Undécimo reto literario «Flor que vuelas...». Original. Conversación de ascensor.

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    Butch a tiempo completo.

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    La idea para este relato viene de dos cositas. La primera, una vez le comenté a nuestra administradora que tengo sinestesia y percibo las voces con colores y texturas. Este reto pedía descripciones, así que he pensado en aprovechar esta cualidad. La segunda es que he visto Korra recientemente y me hizo especial gracia una escena donde un personaje habla de matar el rato imaginándose la vida de las personas que ve. Eso es todo. Soy consciente de que es un relato tontísimo y cero enriquecedor, pero me ha venido bien para el bloqueo.

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    1. Las luces no funcionan/se apagan cuando el protagonista/los protagonistas están presentes.

    —Bueno, ¿trabajáis aquí?
    Quizá no sea el momento ni el lugar, pero hace ya un rato que se fue la luz en el edificio y el ascensor se quedó atrancado. Estoy aburrida.
    —¿Qué? —pregunta alguien.
    —Es por hablar de algo —me explico—, que esto tiene pinta de ir para largo.
    Al principio nos aseguraron desde fuera que hacían todo lo posible por sacarnos, pero el otro ascensor amenazó con soltarse y el servicio de emergencias lo convirtió en su prioridad.
    Se ve que el edificio está hecho una mierda, a nosotros se nos han fundido las luces de emergencia. No veo nada y no me fijé en mis acompañantes al entrar… y uno de mis pasatiempos preferidos mientras trabajo es imaginarme la vida de las personas con las que me cruzo.
    —Supongo que un poco de conversación nos ayudará a pasar el rato —me da la razón una voz femenina. Está en frente de mí. Yo entré la primera y pasé al fondo, aún noto el espejo frío contra mi espalda, así que ella debe de estar junto a las puertas—. Yo venía a traerle unas carpetas a mi mujer.
    A falta de una imagen para la que inventarme una biografía, me intento imaginar a mi interlocutora por la forma en que habla. Aunque antes tendría que oírla más.
    —¿En qué planta trabaja? —respondo.
    —En la octava. Son los que supervisan las facturaciones.
    —Ah, sí. Una planta donde se hacen muchas horas extra —comento, intentando darle pie a que diga algo más.
    —Es terrible. A veces parece que se olvidan de que sus empleados tienen una vida fuera. En verano nos fastidiaron las vacaciones, hace unas semanas la reserva para cenar. Y me costó mucho conseguirla… Be…, digo, mi mujer les dio un toque. Y ahora que por fin parecía que esta oficina había dejado de chuparnos la vida, pasa esto.
    —Vaya, lo siento muchísimo —le respondo un poco por inercia ya estoy componiendo su imagen en mi cabeza.
    Veamos. La voz es fina, espesa… Entra por mis sentidos y activa a su paso los mismos receptores que una gran cucharada de miel. Suena como una Audrey o una Tippi. Resulta agradable, seguro que se lo han dicho más de una vez. Quizá lo sepa e incluso use su voz para trabajar… ¿Cantante? No. ¿Teleoperadora? Tampoco. ¡Ah, ya sé! Es profesora, seguro. Densa en sus lecciones, firme con los estudiantes. Oh, y le encantan las películas antiguas. ¡Sí, sí! ¡Por eso suena como las damas del cine clásico! Imita su forma de hablar inconscientemente. Es una mujer en blanco y negro, con uno de esos preciosos vestidos de los años cincuenta.
    Decido que así es ella: una profesora cinéfila con pósters de Bette Davis en las paredes de su hogar.
    —¿Cuánto van a tardar? —pregunta alguien con impaciencia a mi derecha. Creo que es la misma persona que preguntó «¿qué?» al principio.
    Su voz es muy áspera.
    —A saber. Ojalá no mucho —respondo.
    —¿Usted trabaja aquí? —interviene Profesora.
    —¿Yo? No, qué va —dice nuestro nuevo interlocutor (aunque juraría que la pregunta iba para mí)—. Yo trabajo en un sitio mejor, a juzgar por lo que ha comentado sobre su mujer. Yo solo tenía cita a las diez y veinte para ver qué ocurre con mi solicitud.
    Ay, Voz Rasposa. Qué forma de romperse tu timbre en cada sílaba. Es como pasar un dedo por el rayador del queso: aunque lo hagas en el sentido contrario, sientes los picos en la piel. Pequeños, agudos y fríos. Así te percibo en mis oídos.
    ¿Y por qué te pasa esto? ¿Demasiado tabaco? ¿Drogas y alcohol? No, no es eso, no estás afónico, no suenas como un hilo metálico. ¿Quizá solo tienes hoy un día de ronquera? Sí… Estamos a lunes. El viernes estuviste en ese concierto. Lo viviste, no querías desmadrarte porque tenías la cita de hoy a las diez y veinte, pero lo estabas pasando bien y te dejaste llevar. Eso les pasa a… veamos, ¿los rockeros? No suenas muy mayor, y el rock es para los fans de los Rolling Stones. Tú eres… más de heavy metal. ¿No vino Metallica este fin de semana? Sí.
    Le sonrío a la oscuridad, encantada con esta nueva versión de mi pasatiempo que me permite ser un poco más creativa.
    —Me refería a… —Profesora habla, pero una nueva voz la interrumpe.
    —Aún son menos cuarto —dicen desde mi izquierda. Es la última persona presente—. Con un poco de suerte te atenderán a tu hora.
    Tiene la voz azul, cosa que solo les ocurre a algunos locutores de radio y a las personas que doblan los reality show. Aunque en realidad esto no se nota mucho porque hay un espray blanco muy denso por encima. Es mitad espuma de mar, mitad tela de araña. Una neblina que oculta el cielo. Es una voz que nace de la garganta con mucha timidez y apenas es audible. No dudo de que no quiere llamar demasiado la atención.
    Casi juraría que mete tripa.
    —Hoy no parece que vayamos sobrados de suerte —refunfuña Metallica.
    —Ya, bueno, no sé —se agobia la última voz. Y noto un pequeño golpe en mi carro—. Ay, perdón…
    —No pasa nada.
    Azul ahoga un quejido.
    —Es que no veo nada —insiste Azul. Y la imagino pequeña, acostumbrada a un trato injusto. Me compadezco de ella, la gente así de inofensiva a menudo despierta lo peor, lo más tiránico en los demás—. Está tan oscuro…
    Clank.
    —¿¡Qué ha sido eso!?
    Profesora se altera de forma dramática, casi como en una escena de cine sobreactuada. Imagino unos ojos grandes como los de Audrey. Se abren de par en par, con horror, acentuados por unos párpados pintados con un estilo sutil que solo funciona bajo determinadas iluminaciones.
    —¡Ya casi os tenemos! —dicen desde el exterior. La voz nos llega demasiado ahogada como para que pueda jugar a imaginar su personalidad. Aunque esta vez sé con certeza a qué se dedica: es alguien del servicio de emergencias.
    —Menos mal —farfulla Metallica.
    Es gruñón. Mucho. No creo que realmente haya estado en un concierto. La gente así no sabe disfrutar de nada. Quizá solo tenga la voz rota porque trabaja en un sitio donde grita mucho. Puede ser un jefecillo irracional.
    —¡Retroceded todo lo que podáis! —nos indican desde fuera—. ¡No toquéis las puertas!
    —¡Ay! Pero ¿qué es esto?
    Noto otro golpecillo en el carro.
    Y a la oscuridad le sale una raja que la parte en dos. Por esa grieta se filtra la luz. Reconozco el techo-suelo en la parte más alta. Para salir apenas habrá que dar un salto de medio metro.
    Mis tres acompañantes se convierten en figuras indefinidas a contraluz cuando se me adelantan y bajan con ayuda. Yo aparto el carrito y me hago hueco para salir también. Unos brazos me guían para que no me golpee la cabeza.
    Parpadeo, el cambio de luz es molesto y me aturde un poco. ¡Es el sol! Entra por la cristalera grande del pasillo de los ascensores, supongo que han retirado las persianas porque aún no ha vuelto la electricidad.
    A mi alrededor hay varios bomberos. Tres personas observan los alrededores como si intentasen ubicarse. La primera es una mujer de estatura media, con el pelo corto y teñido de blanco. En sus oídos hay varios pendientes, la mayoría en la hélice, uno solitario y puntiagudo en el trago. Abajo, en el lóbulo, veo una dilatación. Una cadenita plateada sale desde su oreja y llega a un aro en su nariz. Lleva un pintalabios rojo, aunque está muy mordisqueado en el labio inferior, posiblemente por el nerviosismo. Viste una camisa de cuadros de manga corta y unos vaqueros. Sus brazos son muy fuertes y están cubiertos de tatuajes. ¿Azul? ¿Profesora?
    —Las putas luces de emergencia —oigo que farfulla Metallica.
    Y entonces lo veo: es un señor de mediana edad. Tiene la coronilla calva, gafas de montura metálica (lo cual no deja de tener cierta gracia) y un polo muy poco favorecedor. Es como un empollón que ronda la cuarentena… ¿un contable?
    Supongo que su voz es así por genética. Ni conciertos ni vida de rockero. Qué decepción.
    —Hablaré muy seriamente con la empresa de seguridad —interviene la voz de Azul. Tiembla ligeramente, como recuperándose, pero ha perdido ese velo blanco surgido de un cuerpo contraído. De la tensión.
    Y me resulta familiar, por lo que deduzco que la de los pendientes y los músculos era Profesora.
    Me giro hacia Azul: es una de las jefas. Sé que se llama Inés. No es demasiado alta, lleva el pelo negro y suelto y tiene una expresión dura en su rostro pequeño y cuadrado. Hay algo bonito en esas facciones pétreas, propio de una modelo. Al mismo tiempo, llega a dar miedo. Sus ojos se clavan en los tuyos y parecen juzgarte incluso cuando sonríe.
    Me sorprende lo mucho que he errado con mi juego de las deducciones. Rara vez tengo la oportunidad de descubrir si he acertado o no, pero por lo visto se me da fatal.
    Y entonces… recuerdo a Inés explicándole algo sobre el formulario médico a uno de sus empleados: «yo, por ejemplo, le tengo miedo a la oscuridad».
    Claro. Lo que sonaba era aterrada. Estaba conteniendo un ataque de pánico sin que lo viésemos.
    Nos indican que desalojemos el edificio por las escaleras lo antes posible.
    Me preguntan qué tal estoy mientras veo a Profesora alejarse. ¿Cuánto puede haber de la dama del cine clásico que percibí en esta butch con voz de miel? Respondo que estoy bien, pero que mi carrito sigue dentro del ascensor. En cuanto a Metallica, él y su voz rota salen hacia las escaleras asegurando que no necesita nada. Un lobo solitario, sin duda. O sencillamente un inadaptado.
    Nunca sabré qué opina de la música, supongo.
    Me dan una botella de agua y bebo un trago.
    Inés me mira y entrecierra los ojos. Me gustaba más cuando parecía desvalida, pero supongo que el miedo nos cambia a todos. O quizá sea su forma de hacerse respetar en su puesto de trabajo… ¿Atisbé algo vulnerable y real?
    Noto que consigue reconocerme tras un breve esfuerzo.
    —¿Estás bien? —me pregunta. Se alisa la chaqueta de su traje y los botones chocan contra las uñas postizas.
    —Sí, perfectamente. Gracias.
    Efectivamente, impone respeto incluso cuando se preocupa. Intercambia un par de palabras más conmigo y con los bomberos y se va.
    —Señora, hemos sacado su carrito.
    Ni siquiera sé cómo bajarlo para guardarlo en el armario de la limpieza, porque por las escaleras va a ser imposible.
    —Ah, vale.
    Así que sigo el ejemplo de los demás y me dirijo a las escaleras.
    Se ha terminado la jornada por hoy.

    Edited by Lady Vrammoryn - 20/8/2021, 14:19
     
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    Hello! He dicho por la mañana pero es por la tarde, ya sabes XD follón. Ahora que me veo un poco más estable y como aún me da algo de pereza irme a ducharme y todo eso (sé que pasaré mucho rato ahí) pues quería dejarte el comentario :3

    La verdad es que no esperaba para nada una historia así, pero me ha gustado mucho. Sabes que la sinestesia me fascina y, sí, se nota de quién has sacado la idea principal haha todo está muy bien cuadrado para hacer un relato cortito sobre quién creemos que son las personas y como reaccionan en una situación como quedarse encerrado en un ascensor.

    En específico me ha flipado lo de la voz azul de los locutores de radio. Siempre me han dicho que tenía voz para ello, fue gracioso. Azul es la que más me ha impresionado, supongo que su miedo la cambia mucho de como es. La Profesora catalogada como dama del cine clásico, con lo fácil que me resulta a mí imaginar cosas, dios, lo veía muy claro. Y al final era butch, te imaginé a ti, lo siento haha y que sea la que tiene pareja me mola, es la que parecía más propensa a ello. Metallica me ha recordado a un señoro rancio, me ha dado malas vibraciones.

    En fin, ha sido una historia entretenida de leer, y con esta ya van dos veces. Me pregunto ahora como sería que miraran a la protagonista y la imaginaran. Daría para una segunda parte(?) aunque cuando se me ocurren segundas ideas de esta clase me suelen dar mucha pereza haha

    Hasta pronto!
     
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1 replies since 20/8/2021, 11:28   39 views
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