12mo Reto Literario "Cozy Halloween"/Originales/Claridad

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    imgboxAll The Voices Can Be Heardimgbox

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    ¡Hey, hey, heeeey! Parece que lo estoy bordando, eh. No paro de cagar fanfics, ¡y es genial! Dadle gracias a la temática del reto. Esta obra quizá os recuerde menos a Halloween porque está basado en cómo los japoneses tratan a sus muertos y tal, y es una línea que aquí he querido mantener. Lo de Halloween quizá, cogido entre las pinzas, es más la elaboración de la comida y tal que veréis en la obra. ¡Espero que os guste!

    QUOTE
    Disclaimer: Los personajes son de mi completa autoría.
    Pareja: Riku Ling & Seijun Shirosagi
    Anime/videojuego/manga: Originales.
    Género: Misterio.
    Clasificación/Rating: +13 años.

    Sinopsis: Veinte años tras la muerte del anterior líder, Damara Shirosagi, ahora, su hija Seijun Shirosagi ocupa el cargo como la matriarca de la familia siendo ayudada por un viejo conocido de su progenitor, Riku Ling. Habiendo formado Niebla Blanca como el hogar del clan que trata de sobrevivir en el tiempo evitándose problemas, Seijun Shirosagi hace lo posible para mantener a sus padres presentes en su vida a pesar de que Damara haya sido considerado un tabú en su sociedad que ni siquiera se ha escapado dentro de Niebla Blanca, teniendo sólo el invierno de su parte como la única vez durante el año donde ella puede hablar con él, a pesar de que sabe perfectamente que su padre no está vivo... pero tampoco está muerto.

    NOTA: El título de la obra, Claridad, en realidad también es el significado del nombre Seijun "la que ve las cosas con claridad", de ahí que este fanfic haya sido nombrado así. Este dato es sólo para aquellos/as curiosos/as que les gusten este tipo de pequeña información adicional.

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    Claridad



    Cuando el invierno llegaba era cuando su melancolía podía vislumbrarse en su rostro. En sus ojos azules, tan claros como un cielo despejado, se reflejaba la tristeza que caracterizaba su forma de ser. A cargo de la pequeña villa que había logrado formar junto con un puñado de personas a lo largo del tiempo, Seijun Shirosagi se daba la pequeña libertad de darse un pequeño capricho y perderse a lo largo del bosque cubierto de nieve blanca. Llevaba siempre su sombrilla morada para que nada le cayera encima. Y su espalda, durante esta época del año, era tapada por su hermoso cabello negro, liso y que caía como una cascada hasta descansar ligeramente por debajo de su cadera.

    Ni siquiera a sus veinte años tenía la paz que cualquier otra persona tal vez gozara hoy en día. Su vida era complicada. Lo fue desde el propio nacimiento, y siguió así a medida que fue creciendo. El señor Riku Ling era la única persona que había mirado por ella y velado por protegerla. De su familia pocos quedaban. A su joven edad, ya se había convertido en la matriarca del Clan Shirosagi, que seguía siendo mal visto por su sociedad debido a la oscura sombra de su padre que había manchado el buen nombre de su gente. Pero Seijun sabía que no todo lo que se decía de Damara era algo malo. Ella le seguía recordando. Y le seguía queriendo.

    - Seijun. - Al oír su nombre, se giró de forma grácil y lenta, sosteniendo la sombrilla con sus finas manos níveas. Su mirada se encontró con la esmeralda de Riku Ling, que iba abrigado, como la mayoría de los habitantes de la pequeña aldea que habían bautizado como Niebla Blanca. - ¿Vas a pasear otra vez? - Preguntó. - Ten cuidado, ¿vale?

    Seijun no necesitó responder. Riku Ling conocía su forma de comunicarse. Él se aseguraba de que ella estuviera bien, y respetaba sus decisiones como la líder de su familia. Debajo de ese comportamiento retraído y distante, se escondía una determinación implacable que no era del todo desconocida para Riku Ling.

    - ¿Qué querrás comer cuando vuelvas? Puedo pedir que te preparen algo.
    - Sopa de miso. - Y le dio la espalda a Riku Ling. - Nos veremos más tarde.

    Riku Ling la vio marchar. Seijun gustaba de llevar puesto un kimono blanco con estampado de pétalos púrpuras de un pigmento suave que casi le servía como camuflaje durante el invierno. Era una de las prendas de ropa favoritas de la mujer que fue confeccionada especialmente para ella como uno de los regalos que su padre Damara quiso hacerle, pero que por desgracia no pudo llegar a realizar. Seijun hacía un paseo habitual durante la estación más fría del año. Era su forma de hacerle un ritual a sus padres.

    El nombre de Damara había sido prohibido por la sociedad, y su sola mención hasta se consideraba delito. Eso no excluía a la gente de Niebla Blanca. Por ello, Seijun se las apañaba para hacer sus ofrendas en silencio, y casi siempre en la única compañía de Riku Ling, la única conexión que todavía le quedaba relacionada con su familia.

    Sí. El invierno era tiempo de rendir homenaje a los difuntos.

    Riku Ling se dedicó a ayudar en la limpieza de la casa. El hogar era humilde y de madera, mucho más japonesa pero con características propias de la tribu ainú como las estatuas de madera o pequeños objetos tallados por la propia Seijun, como un arco que colgaba en una de las paredes. Riku Ling se acercó, para tomarlo con sus manos. Era un arco largo y no demasiado delgado. El nombre de la líder del clan estaba tallado en la madera, y una frase que ella solía repetirle a menudo a la tablilla mortuoria que guardaba en secreto para hacerle ofrendas a su difunto padre: “No te olvido”.

    Al hombre le sabía mal la clase de vida que Seijun había llevado hasta ahora. Fuera de Niebla Blanca era bastante popular y no sólo por su belleza. Su destreza con el arco y su puntería inigualables habían llamado sin duda la atención de aquellos pretendientes que fueron rechazados por ella. Riku Ling todavía dudaba de si Seijun estaba libre del odio del que su familia había sido víctima. Si bien, Seijun no expresaba sus emociones, pero sus ojos cambiaban su expresión cuando ella salía de Niebla Blanca y se topaba con gente que le era totalmente ajena.

    - Preparad la sopa de miso para la señora, debe estar lista cuando venga. - Avisó cuando estuvo en la cocina.
    - ¡A la orden!

    Riku Ling contempló la villa una vez salió de la casa. Eran hogares pequeños, y algo diferentes entre sí. Algunos conservaban las construcciones de la tribu ainú, y otros o hacían una mezcla entre lo ainú y lo japonés o directamente al estilo japonés para hacerlo todo más sencillo. El caso es que el Clan Shirosagi prosperaba poquito a poco. Haber estado evitando problemas durante casi veinte años después les había beneficiado mucho. No les convenía tener conflictos con nadie. Sin importar qué tan fuertes fueran juntos, seguían siendo una minoría.

    Él suspiró.

    - Damara… - Miró el cielo al alzar sus ojos verdes. - ¿Qué tan distinta sería ahora la vida de tu gente si todo hubiese ocurrido de otra manera?

    Varias horas pasaron. El anochecer había teñido el cielo de preciosas nubes rosadas que parecían algodones de azúcar. Riku Ling había estado ocupado lidiando con los asuntos de Niebla Blanca, vigilando de que todo estuviera bien. Ahora, lo único que faltaba era el retorno de Seijun. No le sorprendió mucho que ella se tomara su tiempo. Seijun era una mujer de lento caminar, y que dejaba que su mente se perdiera en su entorno frío. El invierno era su época. Y durante el verano, curiosamente, se recluía mucho en su habitación y apenas salía excepto para mantener su higiene. Dejaba que su gente se ocupara de temas como la caza o el suministro de alimento. Tenían un par de ríos cerca que aprovechaban para coger agua y guardarla.

    - Seijun. - Riku Ling esbozó una sonrisa al verla llegar, recibiéndola en la entrada del camino que llevaba a la salida de Niebla Blanca, resultando en un denso bosque habitualmente cubierto de nieve debido al clima frío de Hokkaido. - Por fin has llegado. Empezaba a preocuparme. ¿Cómo ha ido?
    - Sin resultados. - Negó con la cabeza, visiblemente triste. - Sigue sin dar señales. Entremos, o pillarás un resfriado.
    - Tienes razón. Vamos.

    El interior de la casa era cálido gracias a la fogata controlada en medio de lo que era un salón. La mesa ya estaba preparada con la cena recién puesta. Seijun desapareció un momento para tomarse su tiempo al guardar la tablilla en su sitio. Riku Ling le esperó sentado, observando cómo regresaba y se sentaba delante de él.

    El silencio fue algo incómodo para Riku Ling. Seijun no solía tener por costumbre hablar durante las comidas. Ella rara vez hablaba si no era por algo en concreto. Pero durante el invierno las probabilidades de que ella se expresara más eran mayores. Es como si esta época del año fuera un motivo para que su alma se despertara, cuando todo en el paisaje de fuera parecía apagarse y detenerse en el tiempo. Riku Ling sabía que el invierno era especial para Seijun. Había pocas cosas que esos ojos azules no pudieran ver con claridad, haciendo gran honor al nombre de su portadora.

    Damara supo escoger un buen nombre para su amada hija.

    - Entonces… - Riku Ling decidió hablar. - ¿No has podido contactar con el alma de tu padre todavía?
    - Eso me temo. - Dejó los palillos sobre la mesa. - Según me contaste… él fue llevado al inframundo en cuerpo y alma, ¿no es así?
    - Sí. Fui testigo de ello. - Asintió con la cabeza. - Eternal Oblivion se lo llevó.

    Seijun se quedó pensativa, con los ojos fijos en el cuenco que sostenía con la mano, volviendo a comer sin añadir nada al respecto. Dejó que Riku Ling se lamentara por su cuenta, sin querer involucrarse mucho con sus sentimientos, pero comprendiéndolos a la perfección. Ella también se sentía así. A pesar de haber desarrollado la habilidad para comunicarse con los espíritus… no era capaz de encontrar a Damara por ninguna parte.

    - ¿Crees que todavía esté vivo? - Necesitó preguntar la mujer. Su única emoción en ese momento fue la tristeza, pero su entrecejo ligeramente arrugado insinuaba algo de enfado y angustia.
    - Ah - suspiró Riku Ling. - Intento pensar que sí. Vivo o muerto… tendría que ser posible contactar con él. Puede que las energías del inframundo estén interfiriendo.
    - Eternal Oblivion se lo llevó - murmuró Seijun. - No es muy exagerado pensar que tal vez sea obra suya mantener a mi padre atrapado en aquel lugar.
    - Seijun, escucha - Riku Ling la miró directamente, algo preocupado. - Eternal Oblivion no es un ser malvado, siempre actúa con motivo y conocimiento. La época de Damara… bueno, nuestra época… fue muy complicada.

    Claro que decirle aquello a la líder del Clan Shirosagi no servía de nada. Ella no iba a creer en sus palabras, al menos no en las que acababa de hacer servir. Mantener el silencio sobre lo de su padre era sólo una fachada que mantenía para que todo en su familia se mantuviera en orden. Continuaban siendo pocos y su línea de sangre todavía corría el riesgo de ser borrada del mapa con gran facilidad. Seijun no quería que tal tragedia pudiera suceder, así que, no hablar de Damara era parte de su sacrificio como líder. Le gustara o no, el clan dependía de ello.

    En su corazón sabía que los hechos acontecidos en el pasado tenían una razón. Su padre no fue malvado, pero el mundo seguía empeñado en culparle incluso después de muerto. A Seijun le costaba ignorar tal injusticia. Había pasado parte de su infancia con sus padres, ella les conoció y supo la clase de personas que fueron. Todavía recordaba los ojos negros de su padre, esas miradas honestas pero llenas de dolor. ¿Cuál era el pecado que fue cometido? ¿acaso su padre no merecía el perdón?

    - Luego podríamos preparar algo para ofrecérselo a Damara. - Riku Ling sacó a Seijun de su ensimismamiento. Ella alzó la cabeza, sorprendida. - A tu padre le gustaban los bollos al vapor con arroz y verduras como relleno. ¿Te apetece que nos pongamos a ello mañana?

    Y por fin, una fina sonrisa apareció en esos delgados labios.

    - Por supuesto.

    Traer alegría en Niebla Blanca era la tarea más difícil. Riku Ling invitó a la gente a preparar algo para sus difuntos y ofrecerlos como ofrendas para recordarles y permitir que sus espíritus pudieran disfrutarlo en la muerte. El Clan Shirosagi se animó y el ambiente se volvió algo más festivo y amable en aquella villa alejada de otras civilizaciones, aunque con algunos pueblos como vecinos con los que se relacionaban en ocasiones.

    El Clan Shirosagi se caracterizaba por ser prudente. Haber estado en la línea de la extinción les sirvió para aprender cómo actuar según la situación. La gente se lo pensaba dos veces antes de hacer algo. Durante su época, Riku Ling les había visto sufrir y perder a amigos, conocidos y seres queridos. Recordar aquello era un gran dolor en su corazón. Una parte de él deseaba que todo hubiera sucedido de otra forma y poder seguir al lado de Damara, su compañero más leal. Pero ahora Damara no estaba. Y su sonrisa tampoco. A Riku Ling le entristecía el hecho de que Damara hubiera sucumbido a las fuerzas que pudiesen existir en el inframundo. Los mitos que se contaban del mundo de los muertos no eran alentadores.

    Al menos, su conciencia estaba en parte tranquila. Cuidar de la gente de Damara era vital para él. A veces, se culpaba porque era un deseo egoísta para sentirse mejor. No estuvo al lado de Damara cuando todo sucedió. Le falló. ¿Podría enmendar su error velando por su familia y su hija Seijun? El hecho de no haber recibido un castigo es como si alimentara su remordimiento.

    - Riku Ling. - Vio a Seijun con una pequeña bandeja en las manos con un poco de comida variada. - Esta es tu parte.
    - Gracias, Seijun.

    Ella asintió. Ambos fueron a un cuarto oculto en la habitación de la líder del clan, hecha especialmente para Damara. Era una sala pequeña con unos retratos dibujados que mostraban la apariencia del padre de Seijun, así como algunos de su madre. Seijun encendió un par de velas, antes de dejar la comida frente a las tablillas mortuorias de cada uno. En la pared, en una vitrina con un talismán, yacía sellada una imitación de una flauta que rememoraba la que Damara tuvo en su día. No era la auténtica, por supuesto, pero era una forma de traer una parte de su espíritu al mundo de los vivos. También había un guqin al lado, como el instrumento que la anterior matriarca más adoró.

    Los dos guardaron un solemne silencio, mostrando respeto a los difuntos. Hicieron tres reverencias al mismo tiempo. Aunque la tristeza vivía en sus corazones, también existía un sentimiento agridulce gracias a que Seijun y Riku Ling sabían que Damara y su esposa fueron personas de buen corazón, pero que encontraron un trágico final muy poco merecido. La palabra injusticia era lo único que se ajustaba a sus muertes.

    - Padre. Madre. - Seijun suspiró. - No os preocupéis. El clan está muy bien, y está prosperando mucho. El maestro Riku Ling cuida de todos nosotros, sobre todo en mi ausencia. Es muy amable, y hace lo posible para que estemos a salvo.
    - Niebla Blanca está creciendo poco a poco. - Siguió el hombre. - Si todo va bien, de aquí a diez años más se habrá hecho más grande y tendremos a las nuevas generaciones con nosotros, y a vosotros como testigos. Por favor, cuidad de todos nosotros desde el otro lado.
    - Esta comida y esta bebida es para vosotros, para que podáis disfrutarla con nosotros durante estos días de invierno. Rendimos homenaje a los animales que entregan sus vidas para que nosotros podamos seguir con las nuestras tal y como dicen nuestras costumbres.

    E hicieron otra reverencia. Riku Ling miró a Seijun, decidiendo por darle su espacio. Salió de allí, para permitir que la actual líder del Clan Shirosagi pudiera tener su tiempo con sus padres. Había cosas que era mejor que se dijeran en la privacidad de uno mismo. Fue un gesto que Seijun apreció.

    Sus ojos azules se fijaron en la tablilla mortuoria de su padre, Damara Shirosagi. La tristeza la atizó desde dentro, igual que el enfado. Apretó sus manos, que descansaban en su regazo.

    - Padre… - Susurró mientras una lágrima cayó de su ojo derecho. - Te prometo que algún día volveremos a vernos. Hasta entonces… por favor, sé paciente y espera por mí. Encontraré la manera de limpiar tu nombre.

    FIN

     
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