13° Reto Literario Cien Mundos//SlenSly Project//Mi Querida Senpai

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    ¡Heeeeeeeeey! ¿Qué tal todo? Me ha costado un poquito, ¡pero aquí estoy, trayendo la primera obra para el reto del foro! La verdad es que prefiero trabajar antes para Mundo Yuri, y ver si luego me queda tiempo para el reto del foro vecino, ¡que está muy picantón! Bien os lo puede decir Mare Infinitum que no para de cagar drabbles, qué máquina la tía, ¡Brutal! Os recomiendo pasaros a leer sus drabbles, son impresionantes, ¡Y muy buenos!

    Bueno, lo que os traigo esta vez es algo que ha salido de la nada, ¿vale? Os cuento el rollo, a ver... yo estaba haciendo un diseño de Rúa en plan estudiante de secundaria, ¿y sabéis qué? Me acordé del post que hizo Mare Infinitum , no sé si en el propio reto nuevo que tenemos ahora o en otro mi memoria es un asco, no vale ni un centavo pero en fin, que me acordé y tal y fue cuando se vino mi cerebro disléxico y loquillo diciéndome algo como: "oye, colega, te cuento, ¿qué tal si Rúa y Sly son estudiantes de secundaria? En plan basarlo en tu pueblo y eso", así que me dije que WHY NOT, la idea como AU de mi propio SlenSly Project encajaba al 100% con la temática que se pide en el reto y................. ¡así que como ha nacido esto! La verdad es que me ha gustado mucho cómo ha salido y tal, me ha traído muy buenos recuerdos, ¿qué mejor que escribir un fanfic basado en tu región? Incluso, la imagen base de la portada es la zona de playa conocida como la Gola del Ter, que solía frecuentar yo con mi padre muy a menudo, ¿veis ese tronco que está en la orilla? Anda que no me he sentado yo veces ahí ni nada, sin ir más lejos, la última vez fue como el año pasado durante el verano una vez.

    Espero que disfrutéis de la obra, ¡ya me contaréis! Al final de este post os dejaré una imagen de Sly por si os apetece saber cómo es ella.

    QUOTE
    Disclaimer: Los personajes de SlenSly Project son de mi propia autoría.
    Pareja: Sly Kilark x Rúa del Viento.
    Anime/videojuego/manga: SlenSly Project (originales).
    Género: Humor, AU.
    Clasificación/Rating: +13

    Sinopsis: Fue la primera vez que vio a una chica pelirroja tan hermosa como el atardecer en el que pareció encajar perfectamente aquel día. Sin reunir el valor para acercarse a una deportista de élite como Rúa Viento Del Norte, Sly se pasa el tiempo pensando en ella, admirando su belleza y sus ojos, sabiendo que esa muchacha ni siquiera es consciente de su existencia a pesar de que ambas son estudiantes del mismo instituto. Sin embargo, un día coinciden en la biblioteca. Y ese será el mismo día que lo cambie todo para ellas.

    Mi_Querida_Senpai__Sly_Kilark_x_Rua_Viento_Del_Norte_



    Mi Querida Senpai



    Aquel atardecer quedó grabado en su mente como si fuera la imagen más hermosa que sus ojos verde oliva pudieron haberle mostrado. En la orilla del mar de la Gola del Ter, famosa en su región por la naturaleza y su ecosistema, cuya playa gozaba de una arena fina que se volvía extremadamente molesta cuando te mojabas los pies y caminabas sobre ella. Para Sly, ver a esa chica fue como un flechazo.

    Eventualmente pudo conocer su nombre: Rúa Viento Del Norte, una adolescente unos pocos años mayor que ella que competía en el tiro con arco en Cataluña. Quizá por eso tendría unos ojos tan bonitos. Esa mirada amatista que contempló el atardecer en la playa, como si perteneciera a ese ambiente mucho más que ella, con una solemne expresión mientras su dueña se hundía en la belleza de aquel instante, en ese entorno natural.

    En medio de la clase, Sly recordaba aquel día cuando fue a la playa.

    - ¡Sly Kilark! ¡No te duermas! – Su profesor de historia la regañó.

    Eso la hizo salir de sus cavilaciones, o más bien del sueño. Algunas veces, esa asignatura se le hacía cuesta arriba y su mente hiperactiva y súper imaginativa no ayudaba en nada. Tener un libro y una libreta delante tampoco ayudaba mucho a querer prestar mucha atención. Su profe tampoco dio mucho la tabarra, así que su cabeza regresó a lo de antes. Ella era una experta en pasar desapercibida gracias a los compañeros de clase que tenía, algunos de ellos porque eran unos liantes (repetidores en ocasiones, había uno sentado no muy lejos) o bien porque daban el típico perfil del estudiante modelo, aunque para Sly no eran más que los populares de siempre a los que no quería cerca.

    Miró el cielo, más allá de la ventana. Si no fuera por el muro que separaba el recinto de la calle, Sly estaba segura que podría ver las Illes Medes a lo lejos en el mar. Era lo más bonito que se podía disfrutar desde su instituto, con unas vistas privilegiadas al parque natural de la zona.

    Volvió a pensar en Rúa. Y en aquel día que la vio en la playa.

    Era la primera vez en su vida que vio a una persona pelirroja natural. Y era la primera vez que se enamoraba a primera vista, así que no tenía claro lo que sentía. Siguió metida en este asunto cuando llegó la hora del descanso y pudo salir de clase. Se podía decir que ella no tenía esa suerte de poder pasar el rato con muchos amigos. Era una chica solitaria que había aceptado de buena gana la soledad.

    Subió las escaleras, para tomar un atajo. La biblioteca del instituto, que estaba en la segunda planta a pocos pasos de las escaleras, daba con una gran terraza donde había un comedor al que iba la gente a comprar el desayuno. Sly todavía recordaba cuando conoció a Melisa, la mujer que trabajaba ahí. La pobre tenía una injustificada fama de mal encarada, y eso la asustó el día en que la conoció. Estuvo a punto de salir corriendo. Sin embargo, Melisa fue encantadora con ella, saludándola y ofreciéndole hasta una napolitana de chocolate caliente que se molestó en meter en el microondas para que no pasara frío. Desde entonces, para Sly, Melisa fue su ángel de la guarda que le ayudaba a no pasar hambre. Sus hábitos alimenticios ya eran de por sí un desastre desde que tenía memoria.

    Pero… su cara se convirtió en un poema cuando entró en la biblioteca. Saludó a Cristina a tiempo, antes de quedarse en blanco cuando sus ojos se toparon con Rúa sentada, leyendo un libro. Esa mirada amatista reflejaba seriedad y concentración. Sly no supo qué hacer. Se volvió un manojo de nervios e inseguridad a partes iguales. Estuvo a punto de huir de ahí, pero sabía que sería de mala educación de su parte y llamaría la atención de forma innecesaria. Con el corazón a mil, optó por lo más sensato que se le ocurrió y fue a sentarse, a distancia de Rúa pero teniéndola a la vista.

    La joven arquera, campeona de varios torneos, solía vestir de forma muy delicada y formal. Iba siempre elegante, y se notaba que había estado en institutos privados por su uniforme que a Sly tanto le recordaba a los que usaban las chicas de su edad en Japón. Era una friki del manga y el anime, bien podía pasarse las horas muertas viendo escenas divertidas de Inuyasha en el portátil, como las fumadas que ocurrían en One Piece, uno de los animes con los que creció de niña, y ya ni mencionar los videojuegos.

    Sly hizo lo de siempre: sacó su libreta y se puso a escribir lo primero que se le vino a la cabeza. Era a lo que recurría cuando se aburría en clases y no tenía otra cosa con la que matar el tiempo. No era una estudiante ejemplar, al menos para sus docentes, pero al menos, según ellos, en vez de molestar y dificultar las clases que impartían, se metía en su mundo y dejaba a sus compañeros y a sus compañeras en paz. La verdad, es que Sly tenía la sensación de que sus profesores apreciaban su gesto de no querer hacer más complicado su trabajo como tales, y es que ella, mejor que nadie de su clase, había aprendido lo importante que podía ser la figura de un profesor, fuera hombre o mujer. Para ella, ellos podían convertirse en tus mejores amigos y en tus aliados más fuertes y seguros.

    Sin embargo, la calma en la biblioteca se terminó pronto. Era algo que a veces ocurría. Debido al frío, no eran pocos los que querían estar aquí dentro para entrar en calor. Cristina pronto los vio, con toda la intención de invitarlos a volver por donde habían venido.

    - No podéis comer aquí dentro – dijo ella, con un tono suave pero firme, dando a entender su posición como la autoridad en aquella sala. – Aquí ha venido gente a estudiar, así que os pediría marcharos de aquí.
    - ¿Pero qué dices? No hemos venido a molestar. – Protestó uno de los chavales. Era marroquí, y con pocas pintas de querer comprender ni a Cristina ni al resto. Era lo que uno llamaba tener falta de empatía.
    - No vamos a molestar, déjanos quedarnos aquí.

    Y las protestas no tardaron en llegar. Sly fue testigo de esa situación y de cómo Cristina intentaba manejarla, pero claro, esa clase de pandillas en el instituto siempre tenían la justificada fama de liarla allá donde fueran, y con razón. Alzaron la voz, molestos por la negativa de Cristina. Así que, harta de ver eso, Sly decidió pasar a la acción. En aquel momento, no supo darse cuenta que Rúa la observaba.

    - ¿Qué os cuesta largaros de aquí? – Inquirió Sly directamente, con las manos en las caderas. – Las normas en la biblioteca son claras: no comer, no hablar en voz alta. Si no habéis venido a estudiar o algo, no pintáis nada. Así fuus, fuus – hizo un gesto con las manos para indicarles que se fueran, muy a lo Jack Sparrow en Piratas del Caribe.
    - ¡¿Pero tú de qué vas?! – Uno de ellos se enfadó.
    - ¿Qué? ¿te crees que te vamos a hacer caso o qué? Cht, la tía esta de los huevos.
    - Vale, está bien. Fuera de aquí. – Dijo Cristina, más autoritaria que antes. Ya no valía la pena ser suave. – Estáis molestando a los que estudian aquí, así que venga, aire.
    - ¡No pensamos largarnos!
    - ¿Por qué no te largas tú? ¡Y esta tía de paso también!
    - Vosotros sois los que sobráis. – Sly se molestó. – Hay muy poco espacio para todos, pero mucho aire fresco ahí fuera que os está esperando. Iros a apestar a otra parte.

    Sly se llevó un empujón que la hizo caer al suelo, y por poco no se daba contra una mesa. Cristina se alarmó, y empezó a obligar a esos chicos a retroceder, avanzando contra ellos. Rúa se acercó, ayudando a Sly a ponerse de pie. La pobre se había quedado con el culo adolorido.

    - ¿Estás bien? – Le preguntó la pelirroja. – Menudo golpetazo te has llevado…
    - Sí, se me va a quedar un buen moratón…

    Rúa alzó las cejas, esbozando una sonrisa con la que contuvo la risa. Sly se rascó la cabeza ante ese comentario, un pelín avergonzada. Aquellos chicos acabaron yéndose, así que la calma regresó a la biblioteca.

    - Perdonad por todo, chicas – se disculpaba Cristina. - ¿Estás bien, Sly? Espero que no te hayan hecho daño.
    - Oh no, qué va. No ha sido nada. – Respondía la castaña. – Además, no podía quedarme de brazos cruzados viendo lo que pasaba. ¿He sido muy brusca?
    - Un poquito. – Dijo Rúa. – Les has llamado apestosos, directamente.
    - Es que… - Miró un momento la biblioteca y habló con la voz baja: - sin ánimo de ofender, pero es que de verdad que huelen mal.

    Rúa se quedó sin comentarios, aunque Cristina se rio un poco antes de cerrar la puerta y volver a lo suyo. Sly se sobó el culo, por el golpe, así que Rúa la acompañó hasta una silla y se puso a su lado de paso después de ir a por sus cosas.

    - Has sido muy valiente. – Habló Rúa. - ¿No tenías miedo de que te hicieran daño?
    - Pues sí, no voy a negarlo, pero… es que no aguanto ese tipo de cosas. – Sonreía Sly, con esa inocencia suya tan característica. – Conozco a Cristina desde hace un tiempo, y la considero una amiga. Si puedo ayudarla, pues lo haré.
    - Creo que, si no hubiese sido por ti, a lo mejor esos idiotas se habrían salido con la suya.
    - No te creas. Allá donde la ves, Cristina es de armas tomar, pero a nadie le gusta ponerse de malas, ¿no es así?

    La pelirroja asintió. Esta chiquilla le había caído bien, pese a ser un poco más pequeña que ella, parecía muy madura y con las ideas claras. Eso le hizo tener curiosidad. Sly había sido la única en intervenir. Eso decía mucho de ella, y tuvo muy buenas vibraciones. Es como si Sly emitiera un aura tan distinta que hasta la hacía destacar sin que probablemente se diera cuenta.

    Su fina vista le hizo percatarse del contenido de la libreta de Sly, sorprendiéndose.

    - No sabía que escribías. – Comentó entonces. Sly se puso roja de la vergüenza.
    - Bueno, sí – y se puso nerviosa. – Lo hago sobre todo cuando me aburro. Algunas clases me aburren mucho, sobre todo las de matemáticas.
    - ¿No te gustan las mates?
    - Qué va. Soy un cero a la izquierda. ¡Nunca me verás aprobando un examen!

    Rúa se puso a reír. Aquello era del todo peculiar. Era la primera vez que alguien soltaba algo como eso con ese orgullo que tenía tanta energía positiva. Parecía que Sly gustaba de sacarle humor a todo, ¿de dónde vendría esa faceta?

    - Yo podría ayudarte, si quisieras.
    - ¿Eh? – Sly se sorprendió, apartándose un rebelde mechón de cabello de su hombro derecho. - ¿En serio? – Y pronto se entusiasmó, pillando un poco desprevenida a Rúa. - ¡Buah! ¡No sabes lo bien que me vendría! Me salvarías el pellejo, ¡claro que no literalmente! Por suerte…
    - ¿Por suerte? – Repitió. - ¿Tan estrictos son tus padres?
    - Mi padre muchísimo más que mi madre, pero sí. Me da miedo llegar a casa cuando saco malas notas.

    Eso ya era el clásico de los clásicos. ¿A qué estudiante no le había pasado? Rúa pudo comprender perfectamente a Sly, por eso le regaló otra sonrisa.

    - Entonces tienes unos buenos padres. – Comentó la pelirroja de repente. – Digo, si no fueran tan estrictos sería como si les dieras igual, ¿no?
    - Pues ahora que lo dices… pues sí. – Sly se rio un poco. – A ver, mis padres son buena gente. No vivimos con lujos, pero vamos, tampoco nos hace falta.

    Rúa pudo ver cierta tristeza en los ojos de Sly. Fueron palabras muy reveladoras para ella. Y sintió cierta envidia. Sly podía permanecer junto a sus padres… no se podía decir lo mismo en su caso.

    - Oye, tú… vives en l’Estartit, ¿verdad? – Sly sacó a la pelirroja de sus cavilaciones.
    - Sí, ¿por qué?
    - Te vi una vez en la playa, en una de mis zonas favoritas.
    - Ah, la Gola del Ter, ¿a que sí? Es mi lugar favorito.
    - ¿En serio? ¡Es que es una pasada! Aunque yo vivo lejos y no siempre puedo ir, pero es un sitio estupendo para pasar el ratito.
    - ¿No me digas que también te gusta sentarte en el tronco que está ahí varado en la orilla?
    - ¡Oh! ¡Pero si ese es el mejor asiento! – Exclamó. - ¿Quieres un asiento en primera línea de mar? ¡Entonces hazte amigo de un tronco! No hay asiento mejor que ese.

    Entonces las dos se miraron y se rieron. Coincidían en la mayoría de las cosas, y era probable que tuvieran muchas otras en común. No obstante, la sirena que indicaba el final del descanso interrumpió aquella bonita conversación. Las dos se pusieron de pie, recogiendo las cosas, pero caminando juntas sin ánimo de querer despedirse todavía.

    - Oye, si quieres, podemos quedar e irnos a la playa. ¿Qué me dices? – Ofreció Rúa.
    - Me encantaría. No suelo ir porque no tengo a nadie con quién pasar el ratito, ¡pero dalo por hecho! – Sly parecía entusiasmada con la idea. Para la pelirroja, esta muchacha era alegría pura. – Pero, ¿cómo nos lo hacemos?
    - ¿Para organizarnos, dices? – Preguntó. – Siempre puedo ir a buscarte, o podemos quedar en un sitio.
    - Mmm… no quiero que te tomes tantas molestias, porque yo vivo bastante a tomar por el culo, prácticamente a las afueras de Torroella… - Sly tenía el dedo índice en el mentón, pensando. – Sería más fácil si me esperaras en la estación de bus.
    - ¿En cuál? Hay un par de ellas donde el bus se detiene en l’Estartit.
    - Pues está claro, ¿no? – La sonrisa de Sly fue tan grande que Rúa casi se quedó sin palabras. - ¡En la estación del paseo marítimo! Así podemos darnos un paseo por allí antes de irnos hasta nuestro amigo el tronco.
    - Al final vamos a tener que ponerle un nombre.
    - Hostia, pues sí. No es mala la idea.

    Rua se rio. Esto le estaba encantando, y también se sentía ilusionada ante la idea de compartir su tiempo con alguien como Sly. Hacía mucho que no aparecía un ser optimista para alegrarle la vida, y, había sido toparse con la castaña y ya había perdido la cuenta de las veces que había sonreído… con lo poco habitual que era eso en su día a día.

    - ¿Y cuándo te viene bien quedar, Rúa? – Preguntó Sly.
    - Pues la semana que viene tengo hueco. ¿Te viene bien el viernes?
    - Oh, ya lo creo. Así tenemos hasta el fin de semana y todo.
    - Los fines de semana practico con el arco y a veces me toca ensayar música.
    - ¿También eres música?
    - Sí, paso mi tiempo tocando el arpa o la guitarra acústica.
    - Madre mía, Rúa. Eres genial. – Dijo tan tranquila, sorprendiendo a su compañera. – Yo soy un desastre, la disciplina no es lo mío… si hasta me cuesta hacer los deberes y a veces o me escaqueo o le pongo una excusa al profe.
    - Déjame adivinar… los de mates ni mencionarlo, ¿no? – Una sonrisilla traviesa asomó por los labios de Rúa.
    - ¡Ja, ja, ja! Joder, has dado en el clavo. De esos olvídate, ni los miro siquiera.
    - Es sorprendente que no te importe lo más mínimo. ¿No te preocupa suspender?
    - Buah, es que fíjate si se me dan tan mal que los haga o no, no cambiará nada. Así que no me da miedo suspender matemáticas, me da igual. Si te paras a pensarlo, nos enseñan cosas que luego no vamos a usar en la vida laboral. Si no te vas a dedicar a ser científico o algo del estilo, no te van a pedir que hagas una ecuación o intentes calcular de A a B. En un trabajo, con que sepas sumar, restar y todo el rollo pues es suficiente. Pero también te digo, a veces no sé ni contar.

    Sly terminó desternillándose, dejando a Rúa bastante chocada. No sabía si esa despreocupación era buena o mala, pero mentalmente admitió que la actitud de Sly era una maravilla. Quizá fuera cierto que suspender matemáticas fuera algo malo, pero el razonamiento de Sly la llevaba a una conclusión simple y bastante sólida. Es como si a ella el futuro no le preocupara, y eso a Rúa en cierto modo le gustaba porque ella no era capaz de hacer eso. Había tenido mucha ansiedad y mucha angustia por pensar demasiado en eso, en el futuro, en cosas que en realidad no tenía garantía de que fueran a suceder como sucedían en su cabeza. A veces, su lado catastrófico se la jugaba de muy mala manera. Y su entorno familiar frío, indiferente pero conservador y exigente no la ayudaba en nada. Siempre se esperaba lo mejor de ella, y difícilmente se aceptaban los errores, los fallos, precisamente lo que más miedo le daba.

    - Rúa, ¿Qué harás cuando terminen las clases? – La voz de Sly la devolvió a la realidad.
    - Tengo que ir a casa y hacer la comida. Luego me tocará estudiar y practicar con el arco.
    - ¿Sabes cocinar?
    - Vivo con mi abuela, y ella se ha cansado de hacer algunas cosas, así que… - suspiró. – Me toca hacerlas a mí.

    Sly la observó con las manos detrás de la cabeza en una actitud distendida. Se fijó en la expresión de Rúa, esos ojos amatistas tan bonitos lucían tristes. Sly tuvo la sensación de que a Rúa le faltaba algo en su vida… un poco de… ¿chispa, tal vez? No necesitó preguntar para entender que a ella también la presionaban en su entorno familiar, tres cuartos de lo mismo que en su propio caso.

    - ¿Y si un día fuera a tu casa? – Saltó entonces, sorprendiendo a Rúa con aquel comentario, pues automáticamente miró a la castaña con la mirada bien abierta. – Si les digo a mis padres que eres amiga mía y que me has invitado, no creo que me digan que no. No suelen hacerlo.
    - Bueno… a mi abuela creo que también le daría un poco igual, pero, ¿por qué harías algo así?
    - Es que algo me dice que tú y yo tenemos situaciones similares, quizá no completamente iguales, claro. Pero me gustaría echarte una mano de vez en cuando, total, suelo pasarme las tardes enteras delante de una pantalla sin hacer nada productivo. No me importaría ayudarte, pero si ves que se lo puedan tomar a mal en tu casa, entonces tampoco te preocupes.
    - Tendría que hablarlo en casa, pero te diré algo lo antes posible, ¿te parece bien?
    - Claro. – Sonrió. – Al menos, lo que sí puedo hacer es acompañarte hasta la estación de bus.
    - ¿No se enfadarán tus padres si llegas muy tarde?
    - Ya están acostumbrados – y se rio. – Ellos ya saben que me gusta caminar mucho y que suelo tomar la ruta más larga para volver. Supongo que lo habré sacado de mi avi – se acordó de su abuelo paterno, muy querido en su pueblo, por cierto. – Él siempre está rondando por las calles con las manos en la espalda y el puro en la boca. No veas el tío los kilómetros que se hace.

    Rúa sonrió. Hablar con Sly de alguna manera la hacía sentirse bien. Era como tener su pedacito de libertad donde sabía que sería comprendida, o bien acribillada con el entusiasmo de la castaña que era más bajita que ella y puede que no, pero le daba su toque adorable. ¿De dónde había salido este bichito? ¿habría estado escondido debajo de alguna piedra?

    - Oh, así que vas a tercero. – Dijo Sly cuando vio la clase de la pelirroja. – No eres tan mayor como pensaba.
    - Soy tres años mayor que tú.
    - En realidad, sólo dos. – La miró. – Yo repetí sexto de primaria por voluntad propia. – Aquel dato llamó la atención de Rúa.
    - O sea que técnicamente estarías en segundo a estas alturas.
    - Sep. Tengo catorce años, no trece. La gente de mi curso es del año noventa y nueve, claro, eso sin tener en cuenta a los repetidores.

    La pelirroja supo ver que había cierta seriedad en Sly cuando hablaba. Parecía que aquella decisión de retrasarse un curso fue algo que la marcó mucho. No se atrevió a preguntar en ese momento, ya que tampoco era el idóneo para ello. Pero tenía pinta de que incluso una persona tan alegre como Sly tenía su lado no tan brillante, aunque ella parecía tenerlo bien asumido y aceptado, lo cual aumentaba sin lugar a dudas ese aire de equilibrio que tanto se percibía en su persona.

    - Te esperaré en la entrada cuando terminen las clases – y Sly volvió a mostrarle aquella gran sonrisa.
    - Vale, trataré de no hacerte esperar mucho.
    - Bah, tú tranquila. Si tienes que hacer algo, no me importará esperarte. No te preocupes por eso.

    Y tuvieron que despedirse. Sly lo hizo con una mano, mirándola con aquella sonrisa mientras se alejaba, aunque casi se comía un pilar que había por en medio. Rúa se la quedó mirando, con una pequeña y alegre expresión y las manos en el pecho. Empezó a sentirse… diferente, en aquel instante. Fue algo que en parte la distrajo durante las clases, y también lo que le permitió relajarse un poco después de leer y hacer la tarea durante el rato que estuvo en esa sala de cuatro paredes.

    Pensar en Sly la hacía feliz, y recordar la sonrisa de la morena la hacía sentirse de un modo completamente distinto de lo que acostumbraba. Pese a ser más pequeña, Sly era radiante y chorreaba de alegría y optimismo por todas partes. Incluso, ella misma se reía de sus propios defectos y se lo tomaba de una forma natural. Era la clase de persona relajada que en el fondo Rúa siempre quiso ser, aunque el universo ya tuviera otros planes para ella. El deporte del tiro con arco era una tradición familiar que venía por parte de su madre, con toda esa presión que conllevaba. Fue la música la única vía de escape a esas emociones que Rúa sabía que su familia no estaría dispuesta a aceptar y que no validaría sin importar qué. Sus padres sólo querían lo mejor para ella, eso era cierto, pero Rúa a veces percibía que su felicidad no era lo más importante sino la imagen que ella tuviera… la imagen que luego reflejaría en su familia.

    Todo era una cuestión de estatus social, de poner una cara bonita, y fingir de puertas hacia afuera que no pasaba nada, que todos eran felices. Un afán por demostrar que eran una familia modelo y sobresaliente.

    Irremediablemente, Rúa pensó en ello durante las clases. Tuvo curiosidad por cómo sería la vida de Sly, si sería parecida a la suya o quizá más diferente de lo que imaginaba. Deseaba saber más de esa chica alegre que lo abarcaba todo con ese optimismo y ese espíritu libre que, al menos a ella, la ayudaba a respirar mejor.

    La suerte le sonrió y pudo salir cuando terminaron las clases sin ser entretenida en el camino. La gente llenó los pasillos con la misma idea de salir de ese instituto lo antes posible para ir a casa y descansar. Pero Rúa iba con otras intenciones. Deseaba ver si Sly realmente estaría fuera para esperarla. Reunirse con ella se había convertido en algo que necesitaba como el aire mismo. Y, efectivamente, ahí se encontraba la morena. Yacía apoyada en la pared, al lado de la puerta, viendo a las personas pasar sin moverse de ahí. A Rúa le vinieron sentimientos encontrados, no supo discernir entre la alegría y el alivio. Era posible que fueran ambas cosas al mismo tiempo.

    - ¡Sly! – La llamó. La castaña escuchó su voz y la buscó en medio de la gente que se aglomeraba en la entrada, deteniéndose a hablar en grupitos de amigos. Un clásico.
    - ¡Rúa! ¡Aquí, aquí! ¡Estoy aquí! – Alzó la mano, mostrando sus dientes blancos con esa tremenda sonrisa. La pelirroja se acercó, guiada por su gesto.

    Sly era bastante bajita, así que la gente la tapaba con una facilidad abrumadora. Eran parte de las desventajas de no ser una persona alta. Rúa tuvo que contener las ganas de darle un abrazo, por mera timidez e inseguridad más que nada.

    - Has venido antes de lo que pensaba.
    - Sí, no quería que me entretuvieran por cualquier tontería.
    - ¡Ja, ja, ja! ¡Eso es genial! – Exclamó. - ¿Nos vamos?
    - Claro.

    Decidieron tomar una ruta larga, como cabía de esperar. Rúa no tenía prisa por volver a su casa, más feliz de poder tener un rato para hablar con Sly. La escuchaba hablar de cualquier banalidad, riendo de sus tonterías e incluso la propia Sly se tronchaba por sus meteduras de pata. Era un paseo ameno, al lado de la carretera que iba en dirección a la estación de bus. Era seguir todo recto, no tenía desperdicio.

    A Rúa le cayó en gracia ver que Sly era muy fan de algunos animes y de mangas poco conocidos que, según la castaña, encontró gracias a navegar de forma random por Google imágenes. Escuchó con atención cómo Kilark en un principio tuvo el deseo de poder visitar Japón, hasta que la imagen que tenía de ese país asiático se vino abajo en cuanto investigó más acerca del mismo. Con todo eso, Rúa estaba viendo que Sly no era tan tonta o inocente como podría parecer. Ella se tomaba la molestia de usar su tiempo para averiguar cosas que desconocía, se documentaba para saber y poder hablar con conocimiento de ello.

    Llegaron hasta la estación. Afortunadamente el bus no había llegado, así que tuvieron un tiempo extra.

    - Oye, Rúa.
    - Dime.
    - Puede que te parezca muy friki, pero, ya que eres mayor que yo… ¿sabes que eso te hace mi senpai?
    - ¿Senpai?
    - Sep. Es como llaman los japoneses a los que son… mayores que ellos en ámbitos como el trabajo, la escuela o incluso la universidad.
    - Entonces… ¿sería algo así como… Rúa-senpai?
    - ¡Exactamente! – Exclamó. – Dios, hasta suena genial.
    - Es raro, pero es gracioso. – Se encogió de hombros. – Si quieres… llámame así, si te apetece.
    - ¡¿En serio?! ¡¿me dejas?!
    - Eh… sí. – Aquel entusiasmo la abrumó un poco.
    - ¡Oh, es perfecto! – Sly cogió a Rúa de las manos sin pensar. – Ya verás qué divertido será… ¡Rúa-senpai!

    Terminó dándole la razón, riéndose después. Esta chica era pura energía.

    El bus llegó, así que las dos fueron hacia allí. Rúa la miró, incluso una vez se sentó dentro del vehículo. No dejó de contemplar la sonrisa de Sly que alzó y movió los brazos hacia arriba para despedirse de ella mientras el bus se alejaba.

    - Rúa-senpai… - Susurró la pelirroja, cerrando los ojos y sonriendo antes de poner la vista en el cielo a través del cristal. – Sí, supongo que si lo soy.

    FIN



    SPOILER (click to view)
    Sly Kilark:

    Sly_Kilark_2


    Edited by Silence Voice - 11/2/2022, 08:57
     
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