// Tres corazones // Code Lyoko

« Older   Newer »
 
  Share  
.
  1.     +1   +1   -1
     
    .
    Avatar

    Shut your mouth and let me speak

    Group
    Administrator
    Posts
    11,057
    Location
    Jotunheim

    Status
    Offline
    Jeremie siempre me identificó mucho cuando era adolescente. Y tenía un crush potente con Aelita. Let me just self-trans-insert here. Él es ahora ella y quiero dar amor también a la pobre de Yumi y también a todas las personas poliamorosas del mundo <3
    QUOTE
    Disclaimer: Los personajes de esta historia pertenecen a Tania Palumbo y Thomas Romain
    Pareja: Aelita x Yumi / Aelita x Jeremie (pero es una chica trans)
    Serie/caricatura/cómic/etc: Code Lyoko
    Género: Romance, fluff
    Palabras: 7943
    Clasificación/Rating: +12
    Advertencias: Ninguna

    Frases (por orden): 19, Me gusta escuchar el sonido de tu corazón; 10, Quiero hacerte feliz cada día; 20, Gracias por llegar a mi vida

    Tres_corazones



    Tres corazones



    Ojalá mis salvadores de Lyoko entiendan lo que va a pasar en breve. Se podrían enfadar mucho conmigo. Podrían dejarme de lado. Sin duda da miedo.

    La Aelita que me devuelve la mirada en el espejo parece mucho más decidida que yo. Ya no soy la princesita que los chicos rescataban cada vez que estaba en apuros. Vale, Yumi también me llamaba así, pero ellos no entienden la complicidad que dos chicas pueden tener.

    Sean amigas cualesquiera o se atraigan más que dos imanes gigantes.

    Es raro estar en el cuarto de baño de la casa de los Ishiyama, y no en mi habitación. Y eso me hace sonreír. Es toda una aventura.

    Salgo de la estancia y ando por el pasillo. De camino a la habitación de Yumi pienso que el Ulrich de hace un par de años me odiaría para siempre si supiera lo que tenía en mente cuando le ofrecí a ella una fiesta de pijamas hace unos días. Ojalá nos haya dicho la verdad sobre lo de que ha pasado página. Mi anfitriona y yo hemos esperado mucho.

    Bueno, ella no sabe lo mucho que ha esperado. Yo sí. Su forma de decir «princesa» ya sonaba distinto en Lyoko, y yo cazaba el matiz cada vez. Pero ella no se daba cuenta, y lo adoraba.

    —Hola, estoy de vuelta —anuncio a Yumi. Ella no dice nada. Claramente necesita un segundo para procesar lo que está viendo.

    La razón por la que Odd y yo somos tan buenos amigos es porque ambos somos atrevidos. Me costó muy poco pasar de princesita miedosa a alguien que toma sus propias decisiones, incluso antes de salir de Lyoko. También he sido siempre la que he dado el primer paso en todo, y en esto no soy distinta: mi pijama veraniego de color blanco de dos piezas, muy fresquito, ha dejado pasmada a Yumi.

    Por eso ella y Ulrich dieron mil vueltas hasta no lanzarse a nada y yo aún salgo con mi Einstein. Aunque, bueno, ahora las cosas han cambiado un poco.

    —¿Qué pasa? —pregunto como si nada. Normalmente soy sincera y directa con lo que digo, pero esta vez me estoy recreando en ello.
    —N-nada, estás muy guapa.

    Cierro la puerta. El entrometido de Hiroki no está, pero igualmente me siento más segura así.

    —¿Qué plan teníamos?
    —Palomitas y Avatar the Last Airbender. El final de la serie en DVD.

    Septiembre de 2008, dudo que ninguna de las dos lo olvidemos.

    La verdad es que a pesar de mi entrada triunfal quiero disfrutar de la serie, y Yumi es firme y moderada. He visto como los chicos nos miran a nosotras cuando les gustamos y no tiene nada que ver con ella. Me gusta mucho su actitud.

    A lo largo de los dos últimos capítulos vamos exclamando, sonriendo y emocionándonos, recordando hechos anteriores en la serie (que ella me iba prestando DVD a DVD) y la anterior tensión se esfuma. Pero en cuanto vemos el beso final y nos da la llorera, nos abrazamos y la sensación vuelve. El abrazo se deshace poco a poco. Nos echamos una mirada y yo me vuelvo acercar; quiero sus labios pegados a los míos lo menos durante los próximos quince minutos.

    Ella no cede al impulso, pero tampoco se aleja. Hasta que ya no la puedo ver.

    —¿S-seguro que tú…? Jeremie y tú estáis juntos.

    Me imaginaba que volveríamos sobre esta conversación. Ya le había dicho que él… bueno, es complicado… que estaba de acuerdo. Sin más detalle.
    Me aparto.

    —Jeremie siempre será mi chico —dejo claro—. Pero también sé que puedo tener sentimientos por otras personas. Ya te dije que soy bisexual. —Ella asiente—. También soy poliamorosa.
    —Uau, vaya, no sé nada de eso…
    —Multiplica amor y responsabilidades afectivas hasta donde te creas capaz. Me he informado mucho, no quiero hacer daño a nadie. —Entonces decido que es mejor ser vulnerable con ella—. Llevo sintiendo algo por ti desde hace un tiempo, pero no iba a ponerle los cuernos a Jeremie sin más. Y si hubiera dicho que no, no estaría aquí, créeme.

    Aquello deja claras muchas cosas, pero ahora se respira un ambiente incómodo. Yumi da el primer paso.

    —Yo también siento algo por ti. —Alto, claro, con una sonrisa tímida.

    Le pongo una mano en la mejilla con suavidad y ella sola se acerca a por su primer beso. Es como si desarmara todas sus defensas de golpe, porque con el beso sus hombros se derrumban y queda ligeramente más inclinada que yo.

    —¿Estás bien? —le pregunto con amabilidad.
    —Mejor que nunca —susurra—. No sabía que me pesaba tanto el secreto.
    —Bueno… —contesto con unos morritos maliciosos—. No era tan secreto cómo crees. —Se yergue de golpe—. Yo he recibido muchas señales tuyas desde los tiempos de Lyoko. Las cazaba to-das.

    Ella se pone muy roja y yo me río con suavidad. Yumi es de lo más tierna. Me acerco para darle un beso más tentador y le pregunto, con toda la intención:

    —¿Te lo imaginabas así? —Ella entiende a medias, pero aclaro—. Tu primer beso conmigo.
    —Pues… —No, no voy a permitir que sus mejillas vuelvan a la normalidad, así que le pongo ojillos—. Pensaba que no me fundiría solo con darte un vistazo. Que llevaría traje…
    —¡Uh, eso me gustaría verlo! —Digo ilusionada. Ella se ríe.
    —… y no pensaba que sería tan delicado —acaba susurrando.

    Entonces todo se alinea a mi favor.

    —Yo más o menos he acertado. Solo me falta una cosa.
    —¿Qué?
    —Teníamos banda sonora. —Ella lo aprueba, pero no lo sabe todo—. ¿Conoces Me against the music, de Britney Spears?
    —Desde luego. ¿Britney de traje y tirando ficha a Madonna? Por favor, sí.
    —Ponla. A ellas les cortan el rollo, pero a nosotras seguro que no.

    Hay canciones que simplemente son ideales para enrollarse. En el momento en el que Yumi vuelve de poner la canción en su portátil, el magnetismo se dispara y rodamos por su cama entre besos. Claramente a ella le gusta estar encima, y no me importa: es mucho más fácil deslizar mis manos por su cuerpo (de forma inofensiva, eso está pactado previamente) desde abajo.

    No ha dicho nada del cuello. Me desvío de sus labios, la acerco y le doy un largo lametón en su lado izquierdo. Noto su sorpresa y luego cómo su cuerpo se rinde un poquito más sobre el mío. Deposito un beso sobre la zona húmeda para rematarlo.

    —No me dejes marca… —susurra.
    —No me gusta dejar pruebas a la vista —le aseguro, guiñándole un ojo. Ella me ataca a besos de nuevo para compensar.

    La canción termina poco después. Nosotras seguimos durante un rato, con más suavidad, simplemente disfrutando lo que tanto habíamos anhelado. Tener su cuerpo tan cerca es una explosión de sensaciones y adoro rodearlo con mis brazos, mimarlo, devolverle un poco de esa espera.

    Quizá ha pasado una media hora larga antes de que nos entre el sueño. Nos hemos quedado tumbadas de lado, mirándonos. Sabiendo que la noche está acabando para nosotras, me acurruco cerca de su pecho cuando ella queda boca arriba.

    Me gusta escuchar el sonido de tu corazón —musito.
    —A mí me gusta poder acariciar y besar tu pelo. Aún me siento un poco tu protectora cuando lo hago.
    —Me gusta que lo seas, aunque ahora ya no sea necesario.

    Las palabras bonitas fluyen con parsimonia hasta que dejan de sonar. Yumi se ha quedado dormida. Yo también estoy agotada…

    * * *



    Por la mañana ya vuelvo a estar en la Academia Kadic. Es nuestro último año, así que tenemos más libertades los fines de semana. Yumi acabó el año pasado y está estudiando bachiller en otro centro, aunque suele venir a representar obras de teatro.

    En cuanto me siento en mi malgastada cama, sonrío. Todo es distinto. Solo espero que ella esté bien, que haya podido descansar esta noche. Estaba muy preocupada sobre lo que iba a pasar entre Yumi y yo.

    Contrario a lo que su pronombre indique, tengo que ir a verla al piso de los chicos. Justo cuando voy a llamar a su puerta, Ulrich aparece de la nada.

    —Aelita, ¿pero qué haces? ¡Jim vigila los pasillos con lupa!
    —Es urgente, quiero hablar con Iv… Jeremie. —Casi se me escapa. Me esperaba preguntas de Yumi ayer, pero no un ataque sorpresa—. Cosas del examen de este lunes que se me han olvidado. ¿Se ha despertado?
    —Sí, adelante. Necesitaré un repaso a ese examen, ¿me dejarás tus apuntes?
    —¡Claro!

    Llamo a la puerta mientras Ulrich se retira a su cuarto. Su vecina, gran amiga e informática, me abre, solo que él cree que es su vecino. Es un secreto.

    —Hola. Pasa —me dice, apagada.

    La sigo y cierro la puerta con cuidado detrás de mí. Está todo muy recogido y limpio. Aún va en pijama.

    Lo pregunto igual a pesar de que ya lo sé por su tono.

    —¿Has podido dormir?
    —Unas pocas horas. Suerte que hoy es domingo. Me da tiempo de estudiar.

    Se tumba en la cama, boca arriba. Su crecida melena rubia se esparce, despeluchada.

    —¿Cómo ha ido con Yumi?
    —Bien, creo que estamos saliendo juntas oficialmente —digo con cuidado.
    —Me alegro —dice. En esa frase hay un atisbo de alegría al que me aferro.

    Cuando se es poliamorosa tienes muchas más responsabilidades, no vas por allí rompiendo corazones sin más usando una palabra de excusa. Además, hay que pactarlo, dejarlo claro, y si uno de tus «vínculos» (en lugar de parejas, que es muy monógamo) no puede aceptar quién eres… lo mejor es alejarse. He aprendido a ser cautelosa por ello.

    No dejo de notar la coincidencia. Mientras yo averiguaba porqué perdía la cabeza por dos personas, a mi lado la persona que más quería en el mundo se hundía en un pozo de inseguridad, miedo y desconocimiento que precisamente tenía que ver con aceptar quién era. Hace unos meses, antes de que le contara nada de lo mío, me sentó en la cama y me dijo:

    —Desde que solamente tengo los estudios tengo mucho más tiempo libre. Eso ha hecho que me enfade menos por cansancio, como tanto esperábamos, pero ha surgido algo que no puedo frenar ni sepultar bajo los libros. —Se quedó en silencio varios minutos. Yo estaba aterrada—. Soy una chica transgénero. Y negarlo solo me hunde más.

    Me llevé una buena sorpresa, aunque reflexionando después me di cuenta de la lógica que tenía. Su encierro en los estudios, cómo ocultaba su cuerpo con ropa, y en general su cada día peor estado de ánimo. Llegó un día que ya ni siquiera se molestaba en enfadarse.

    Lo primero que hice fue abrazarla. Me contó que se había informado de muchas cosas, de lo bueno y de lo malo, y fue mucha información para mí de golpe. Hormonas, posibles operaciones, cambios legales, incluso que la Academia Kadic en bloque le diera la espalda cuando su salud mental pendía de un hilo. También me contó que se dio cuenta de quién era por nuestras participaciones en el teatro. La ropa, la actuación. Hablaba histérica, la pobre, estaba soltando todo de golpe porque necesitaba hablar, no quería interrumpirla.

    —¿Cómo te llamas? —pregunté, después de acabar su explicación.
    —Ivette —dijo en un susurro. Si siquiera un ruido hubiera roto el silencio antes, no lo habría oído.
    —Bien, Ivette, mírame —le pedí, tomándola de las manos. Ella alzó la mirada poco a poco. Sus ojeras intensificaban la tristeza que emanaba de sus ojos—. No me voy a ir a ninguna parte. Desde ahora tengo novia. Y quiero hacerte feliz cada día.

    Al instante se puso a llorar y me abrazó con fuerza. Tenía miedo de que me fuera. De que se fueran todos sus amigos. Su familia. Y de callarse y hundirse.

    Ivette había sido muy celosa y había considerado absurdas mis aficiones de la Tierra mientras aún luchábamos en Lyoko. Era la manera que tenía de intentar comunicarme (mal) esto, sin ser consciente de ello, porque ella solo había conocido el trabajo, la presión y el peligro. No sabía nada de sí misma, y en cambio yo sí sabía de mí porque me obsesioné en buscarme.

    Cuando le pregunté si realmente había sufrido casi tres años en silencio (desde que cerramos el superordenador y tuvimos paz) me dijo que no, que tuvo un año de tranquilidad. Identifiqué ese tiempo, pero no supe darme cuenta de cuando empezó a decaer.

    Contarme quién era tampoco la ayudó.

    —Debería sentirme alegre, aliviada, pero no puedo. Todo puede salir mal en cualquier momento. Tengo mucho miedo…

    Estuve allí en todo momento, y sentí que yo tampoco podía ocultarle nada, así que cuando supe lo que sentía y supe sobre el poliamor, se lo conté. Pensé que me echaría de su lado o se enfadaría, como había hecho tiempo atrás, pero no fue así. Le costó entenderlo, igual que a mí lo suyo, pero lo aceptó porque yo no me había ido, así que ella tampoco iba a irse. Su frase me hizo llorar:

    —Te quiero y me lo has dado todo. Si me quieres, es lo que cuenta. Te apoyo.

    Por eso, notar que le sienta bien que sea feliz con Yumi me alivia. El motivo por el que no ha dormido mezcla el miedo a que yo sea rechazada (porque entonces, en su lógica, Ivette lo sería también por sus amigos) con la horrible sensación de estar en un sitio que no le pertenece con una armadura de la que no puede salir: la de que la identifiquen como a un chico.

    —No se lo he dicho a Yumi —le aclaro—. Tuve un par de ocasiones, pero decidí esperar.
    —No pasa nada. Ahora que salís, creo poder contárselo yo.

    Ivette ha sido incapaz de contárselo a nadie hasta ahora. Le he aconsejado ir al psicólogo del centro, o hablar con sus padres, pero no lo ha conseguido. El miedo la derrota cada vez. Por eso hemos quedado en que si yo tengo oportunidad, hablaré por ella.

    Sonrío. Su melena esparcida por la cama me habla de lo mucho que ha avanzado ella sola.

    —¿Quieres que estudiemos juntas?

    Me devuelve la sonrisa. Eso siempre la anima.

    Mientras repasamos para el examen de ciencias hay una cierta armonía en la habitación. Nos sentimos cómodas, nos miramos de forma coqueta y, en los pequeños descansos que siempre hacemos, dejamos que uno o dos besos cariñosos floten. Estudiar juntas es su remanso de paz, es lo más seguro que tiene a su alrededor, y no me he atrevido a interrumpirlo con nada conflictivo desde que me dijo su verdadero nombre. Pero la verdad es que a menudo la observo de reojo mientras recita de memoria o investiga y me la imagino con uno de mis vestidos (que sé que le encantan, pero que no se ha atrevido a ponerse a pesar de mis ofrecimientos) o con el que ella misma me ha dicho que quiere (uno liso, azul turquesa, parecido a su jersey habitual). Llegará el día en el que se lo ponga y la bese y ella se ría de pura felicidad.

    He visto antes sus pequeños momentos de euforia (cuando se dio cuenta de lo largo que tenía el pelo, o cuando encontró en una tienda algo que realmente le gustaría ponerse) y todo es precioso, delicado y todo a lo que aspiro cuando da pasitos hacia su futuro.

    —Llevas un rato mirándome —susurra, algo avergonzada.
    —Me has pillado. Estoy llena de sentimientos cálidos por ti, y…

    Mi mano simula un ave que desvía su dirección hacia Ivette. Ella se ríe un poco. Su timidez asoma. Es como si hubiéramos vuelto a cuando fui materializada, cuando ella no era capaz de actuar con naturalidad a mi lado. Conocerla de nuevo está teniendo un efecto parecido, aunque con mucha más confianza entre las dos.

    La quiero. Cuando florezca va a ser imparable.

    * * *



    Hace dos semanas de aquella mañana de estudio. Yumi y yo hemos tenido algunas citas muy divertidas (un paseo, una peli en el cine), aprovechando que ella aún no tiene tanto trabajo. Ahora el curso ya está a plena potencia para todos, así que lo mejor es que ella se persone en la Academia al salir de su instituto.

    Las conversaciones importantes se posan en nuestras espaldas como losas. Me encantaría contarles a Ulrich y a Odd que salgo con Yumi, pero es nuestra primera quedada los cinco desde el verano y tanto ella como yo hemos preferido disfrutar de la ocasión.

    Claro que no sabe lo que Ivette planea. Ella sí tiene pensado dar el paso.

    —¿Estás segura?
    —Es la mejor ocasión que tendré en un tiempo… —Le da un escalofrío. Tiembla de nervios—. Y sois los que más me importáis, aparte de mis padres. No voy a ocultarlo más.

    Le doy mi mano.

    —Te ayudaré en todo lo que pueda. Eres muy valiente.

    Esa última frase no la anima como pensaba que haría. Quizá no se siente así. De todas maneras, le aseguro que, si no se ve capaz, podemos hablar uno por uno. Era el plan inicial.

    Me hace gracia pensar que si llega a salir con un vestido, a más de uno le saltarían los plomos. Ivette ha escogido uno de sus jerseyes habituales y unos vaqueros cualquiera. Le gusta pasar desapercibida.

    La ocasión no acompaña para un cambio de vestuario. Hay un torneo de skateboard en el gimnasio y Odd ha querido que estemos los cinco para verlo. Su medio novia Samantha (hace años que van dando tumbos al respecto) va a participar y hay que animarla. También han prometido comida, lo que a Odd le dice que es su día ideal.

    Antes de que la competición empiece, nos encontramos en el césped, cerca del gimnasio. No hay nadie por aquí. Hemos estado hablando bastante animadamente sobre música, de Samantha, de exámenes… Bueno, menos Ivette. Ella está muy callada y procura no mirar al suelo muy a menudo. El resto del grupo ya sabe que lleva una larga temporada cabizbaja, pero ni saben por qué, ni saben que hoy es distinto. Cuando Odd le pregunta cómo está, boquea un par de veces, encoje los hombros y me lanza una breve mirada.

    Le doy la mano de forma muy visible. Se la aprieto para darle ánimos, y espero que eso no transmita el mensaje de que la estoy forzando a abrirse. Pero ella misma toma las riendas:

    —No estoy bien. Estoy… Tengo mucho miedo. —El matiz importa: habría dicho «aterrada» y entonces perdería el control de la conversación ante las preguntas sobre ese femenino—. He descubierto algo de mí.
    —¿Qué es? ¿Qué puede ser tan temible? —pregunta Yumi, visiblemente preocupada.
    —Soy… soy una chica. Me llamo Ivette.
    —¡Qué dices! —exclama Odd inmediatamente.

    Ivette no se atreve a repetirlo. Tiene los ojos cerrados muy fuerte, como si esperara a que le hicieran daño. Yumi me mira con intensidad, quizá entendiendo algunas cosas de nuestra primera noche juntas. Luego le toma la otra mano a Ivette.

    —Acude a mí cuando lo necesites. He aprendido algunas cosas de una de mis nuevas compañeras, está pasando por lo mismo. Te ayudaré en todo lo que pueda.

    Ivette se relaja un poco en su hombro.

    Odd, que parecía estar maquinando algo, suelta:

    —Pues me parece que lo veía a venir. Einstein no siendo feliz estudiando y estando con Aelita tenía que significar algo gordo. Por eso intentaba ducharse sin nosotros… —Le acribillo con la mirada y me entiende. Se corta—. No sé cómo va nada de eso, pero ten mi apoyo. ¿Te pasamos al cuarto de Aelita?
    —Es más complicado que eso, Odd —contesta en un murmullo—. Pero gracias.

    Odd no parece tener cara de verle la complicación al tema, solo se la encuentra en sus propios estudios. Por lo menos su respuesta ha sido positiva.

    A diferencia de Ulrich, que está mirando muy firmemente al suelo. Todos nos tensamos con él. Se da cuenta de que le estamos esperando.

    —No sé qué decir, yo… no lo entiendo. ¿Qué es lo que cambia?
    —Nada —le digo tajantemente—. Salvo que tu amiga será un poco más feliz.

    Ivette y yo sabíamos que esto podía pasar en cualquier momento. Quizá por eso nos aterra que suceda en nuestro círculo de más confianza.

    Ulrich se levanta, totalmente perdido e indeciso con sus movimientos. Murmura un «necesito pensar» y se va.

    —Siempre ha sido un poco rígido —le excusa Odd quitándole hierro (mal)—. Voy a ver si le ablando un poco.

    Asiento y dejamos que se vaya. Le deja una mirada preocupada a Ivette antes de darse la vuelta.

    Ella se esconde de nosotros, encogida de piernas. Sus temores se cumplen. No sé qué decirle.

    —Conozco a Ulrich —dice Yumi—. Va a rumiarlo mil veces, Odd le sacará de su cabeza y luego volverá. Siempre lo ha hecho.

    No dice «no dejará de ser tu amigo». Si dice que ha conocido a una persona trans, quizá esa personaha tenido que dejar atrás a personas que no aceptan quién es.

    Ivette está en silencio unos minutos hasta que alza la cabeza. Sus ojos llorosos alternan entre Yumi y yo.

    —Me alegro de que estéis saliendo juntas —habla. Y consigue sacar una sonrisa microscópica—. Encajáis muy bien. Quería decírtelo a ti primero por ello, Yumi, pero…

    Se le corta la voz y vuelve a encogerse de hombros. Yumi y yo empezamos a lagrimear también. Ella la abraza y le dice:

    —Gracias, de verdad. Entre las dos te ayudaremos todo lo que podamos. ¡Tienes mucho por explorar!

    Ivette sonríe de forma clara esta vez. Se destensa cuando el abrazo acaba y se deja caer en el césped, tumbada. La imitamos. Quién diablos quiere ir a ver una competición ahora.

    * * *



    A pesar de lo de Ulrich, aquella conversación sí consiguió aliviar a Ivette. Necesitó un largo rato para relajarse, pero hizo preguntas a la japonesa sobre su compañera de clase, si sabía algo de ella. Yumi dijo que no había querido husmear mucho, pero que, por ejemplo, su mejor amiga siempre la acompañaba al baño de chicas y siempre cuando no había nadie dentro.

    Pocas veces he visto a Ivette tan dispuesta a hablar de todo su proceso y adoré cada segundo de ello. Ese es el camino a seguir. Hasta aceptó echar un ojo al armario de Yumi cuando ella se lo ofreció (aunque no dijo nada de cuándo).

    No fuimos a ver la competición. Odd y Ulrich sí. El primero me dijo que su amigo necesitaba un tiempo, y que él iba a mediar en todo.

    Han pasado solo unos días. Odd ha venido a verme a mi habitación. Se juega un castigo por estar en el pasillo que no toca.

    —Vale, me han surgido dudas y no quiero cagarla con Je… ¡Ivette!
    —¿Le has preguntado?

    Se encoge un poco.

    —No… —No le digo nada al respecto—. Es que le costó mucho abrirse ¡y si la voy interrogando quizá se sienta peor! Quiero ser lo más natural posible.

    Le doy un abrazo.

    —Gracias, seguro que le gustará. ¿Qué quieres saber?
    —Tengo claro que le hablo en femenino, su nombre y todo, pero ¿y en público?
    —Nadie más lo sabe. Ella ha intentado usar todo el lenguaje neutro posible y no señalarse mucho. Evita su antiguo nombre siempre que puedas.

    Odd asiente. Si fuera como Ivette, seguro que iría con una libretita apuntándolo todo.

    —¿Y por qué lo del cambio de habitación es complicado? En mi cabeza es todo muy sencillo, pero yo no estoy pasando lo que ella.
    —Yumi nos contó que una compañera suya está pasando por el mismo cambio. Es transgénero también. Nos dijo que esa chica no puede cambiarse el nombre, así que en todas partes sale como hombre. Y que nunca iba sola al baño. —Odd esperó, entrecerrando los ojos. Estaba intentando adivinar el problema—. Si Ivette se muda a mi habitación, cuando tenga que ducharse ¿qué hace? ¿A qué piso va? Ella quiere ir al de mujeres, pero está aterrada porque nadie más sabe quién es, asumirían que es un hombre y la echarían. Como poco.
    —Oh, claro… ¡Qué mal! Y supongo que le sienta como un tiro estar en el baño de chicos.
    —Claro. No pertenece allí.
    —Menos mal que te he preguntado a ti, eso tiene que dolerle —suspira, rascándose la nuca—. ¿Crees que hablará con alguien de ello? Yo que sé, con el director, por ejemplo.
    —Quedan unos pocos meses para que se vaya del Kadic, no quiere ponerlo todo patas arriba para luego marcharse.

    Odd asiente.

    —¿Entonces supongo que no se ha planteado ponerse ropa de chica o algo así…?
    —Le encantaría —digo con cierta ensoñación—. Pero aún no está preparada. La Academia no es un sitio seguro para ella, está cansada de esconder cosas aquí.
    —Claro, entiendo… A mí me cuesta mucho tener a Kiwi protegido. A estas alturas creo que los profesores ya simplemente hacen como que no saben que lo tengo en el cuarto.

    Odd me hace algunas pocas preguntas aclaratorias que creo que ya sabe de antemano, y le recomiendo lo que hicimos Yumi y yo en su momento: investigar. Y entonces me decido a preguntar:

    —¿Cómo lo lleva Ulrich?

    Hace una pedorreta con su boca.

    —Hacemos lo que podemos. Le he dicho tres o cuatro veces ya que no debería importarle que Ivette sea una tía, y que él ni es el protagonista ni es el que más sufre, pero no sé si el mensaje cala.
    —Vaya, es una buena reflexión…
    —Pero algunas de las preguntas que te hecho me las ha hecho él a mí antes —confiesa más animado—. Se está esforzando mucho.
    —¡Me alegro!

    Se me ocurre mirar el reloj entonces. Creo que voy un poquillo tarde.

    —Oye, he quedado con Yumi, ¿nos vemos luego? —Odd me lanza una sonrisa socarrona—. ¿Qué pasa?
    —Bueno, Ulrich y yo nos dimos cuenta de algo el otro día… —Se me hiela la sangre. ¿De verdad fuimos tan evidentes incluso cuando el foco se centraba en Ivette?—. El bueno de Stern se puso algo celosillo por un momento porque dice, cree… que os gustáis.

    Ojalá encuentre la ocasión de decirlo abiertamente con Yumi presente, pero prefiero soltarlo ya.

    —Es cierto.
    —¡¡Vaya!! ¿Cuándo ha sucedido? ¿Einstein está enterada?
    —Hace unas semanas, y sí. No habría dado ningún paso hacia Yumi sin la aprobación de Ivette. Salgo con las dos.
    —¡¡Y yo que me creía un ligón!! —suelta, riéndose.
    —¡Baja la voz, no quiero que todo el pasillo se entere! —le espeto, azorada y algo ofendida.
    —Perdón, es que… —Aunque sigue con una sonrisilla molesta en el rostro.
    —Y no soy ninguna ligona, esto para mí no es algo pasajero. —Suelto un soplido—. Todo lo que imagino desde que salgo con Yumi es que vivimos las tres juntas.

    Odd por fin se calma y se disculpa de nuevo.

    —¿Os importa si se lo digo a Ulrich? Esperaré vuestro mensaje si hace falta. Es que él dice que está bien con esa posibilidad, pero prefiero que haya algo firme y no tenga que pensar más en ello.
    —Vale, le preguntaré a Yumi.
    —¿Te imaginas que Ivette se pilla de Yumi también? ¡Sería perfecto!

    Ahí sí que me rio. No es la primera vez que tengo esta conversación.

    —No lo creo, se ven como muy amigas.

    Al decirlo me entra un calorazo porque me ha venido la imagen mental de ellas besándose. Menos mal que disimulo bien.

    —Bueno, me voy ya, tengo mucho que decirle a mi buen colega —se despide Odd.

    Yo asiento y saludo, sin decir nada.

    Media hora después me encuentro con Yumi. Ella no tiene mucho tiempo, así que hemos quedado en el bosque de la Academia. Es un lugar tranquilo para pasar el rato. Lo primero que hago es besarla con muchas ganas.

    —Uy, ¿y esa energía?
    —¡Estoy feliz! Las cosas están saliendo bien.

    Todo lo que hacemos es parlotear sobre estos últimos días separadas y darnos muchos besos. Es lo único que necesito hoy. Intento no hablar demasiado de Ivette, ya que ha ocupado bastante nuestra mente desde su salida del armario con el grupo. Cuando Yumi me pregunta cómo está, intento ser breve, porque me gustaría que Ivette misma pudiera decir que está bien:

    —Se la ve más relajada. Tranquila. Ahora está estudiando.
    —Como siempre —dice Yumi con una risita amable. Ella también lo ve como buena señal—. ¿Sabes algo de Ulrich?

    Le cuento que Odd ha venido hace un rato a hacerme preguntas, y que en parte son de Ulrich. Que creo que necesita un tiempo, pero que estará ahí para Ivette si lo necesita.

    También le digo que los chicos que se han dado cuenta de lo nuestro.

    —¡No jodas! ¿Y qué piensan?
    —A Odd le parece bien. Bueno, le parece bien todo mientras sea algo positivo porque se nota que no es él quien tiene que aclararse las ideas cada dos segundos.
    —Suertudo.
    —Ulrich aparentemente no ha tenido un ataque de celos enorme. Odd me ha preguntado si se lo puede decir.

    Yumi asiente con algo de despreocupación. El cambio de actitud me asusta un poco, porque sé que entre los dos hay mucha historia y sentimientos heridos.

    Y por eso yo solo quería parlotear y besarnos.

    Después de un rato rumiándolo, al final hemos decidido intentar que se reúna el grupo para decir claramente lo que somos Yumi y yo. Nos hemos sentado en un banco cerca del comedor a esperar. La primera que llega es Ivette. Nos saluda con la mano y una sonrisa.

    —¿Ahora os toca a vosotras?
    —Sí —afirma Yumi—. Pero solo porque los chicos son chicos.

    Ivette me mira como en aquellos tiempos en los que teníamos que aguantar las disputas entre Ulrich y Yumi sin venir a cuento de nada (en apariencia). Se sienta a mi lado y de repente me siento llena de amor, porque al otro lado también está Yumi.

    —Las tres sentadas juntas… —se me escapa. Ellas dos sueltan una risita amable. Saben que me gusta imaginarnos en un futuro cercano.

    Ulrich y Odd aparecen por los arcos, hablando. Ulrich tiene esa expresión corporal de sentirse avergonzado. Odd está tan campante.

    El primero no da apenas tiempo de saludarnos, se encara a Ivette.

    —Lo siento. Siento mi reacción el otro día. Estoy haciendo todo en mi mano para entenderte y estaré a tu lado. Me costará un poco, pero me acabaré acostumbrando. Eres mi amiga, eso no ha cambiado.

    Ivette se levanta y de inmediato le abraza. No dice nada, solo se queda unos segundos así. Es otro miedo que se desvanece y le da alas para seguir. Toda la tensión se esfuma en ese tiempo.

    Cuando ella se vuelve a sentar me da la mano y yo se la aprieto un poco con cariño. Entonces aprovecho y se la doy también a Yumi.

    —Bueno, ya que estamos —digo a los chicos—. Sí, adivinasteis bien el otro día. Yumi y yo estamos juntas.
    —Ay, menos mal que no estaba siendo un paranoico —suelta Ulrich. ¿De verdad se siente aliviado?—. Creía que había estado viendo visiones los últimos meses.
    —¡Eh, ¿lo has sabido todo este tiempo y no me has dicho nada?! —se queja Odd.
    —¿Qué probabilidades había de que fuera cierto?
    —Y no te sientes… ¿mal? —le pregunta Yumi a Ulrich.

    Él se encoge de hombros.

    —Estoy ya acabando con esa fase. Saber que estáis juntas me quita un peso de encima. No es como si quisiera pasarme la vida zumbando de celos y creyendo estar imaginándome cosas que no son.

    Esta sí es la sorpresa del día. En algún punto que desconocemos, Ulrich ha empezado a madurar y a pasar página.

    —¡No puede ser, X.A.N.A. ha vuelto y ha poseído a Ulrich! ¡Nos lo han cambiado!
    —¡Odd! —protesta él.

    Todo lo incómodo que está siendo el momento queda aplacado por ese comentario y por un papel que Odd mismo trae. Al parecer él también tiene una noticia que dar.

    —Estos días Ulrich y yo hemos estado ojeando el diario de las reporteras del Kadic y ¡mirad! Hemos encontrado esto.

    Nos enseña la portada: el escenario del pabellón de teatro con unos decorados y un titular anunciando la necesidad de encontrar actores y actrices para una obra original y actual. Odd nos señala una frase en particular: se puede elegir cualquier personaje.

    —¡Es ideal para que te presentes para un personaje femenino! —le dice a Ivette.

    Me quedo helada. ¿Cómo porras se reacciona a esto? No sé si es bueno o malo. Yumi parece tener el mismo problema. Y más sabiendo que fue el teatro lo que hizo que cuestionara su género.

    Entonces Ivette saca esa vocecilla que ha adquirido después de años de miedo, pero que también comunica voluntad de ser escuchada:

    —Mi identidad no es un disfraz. Ni un papel.

    Los chicos se miran.

    —Joder, eso ha quedado fatal —dice Ulrich, frotándose el pelo y con la mirada en el suelo—. En realidad, hemos pensado que podrías presentarte no por ser una mujer en el escenario, sino por la ropa.
    —¡Sí! Es un espacio totalmente seguro para que te pruebes ropa que te mole y que la gente ni pestañee por ello —añade Odd con un aspaviento teatral.

    Ivette se tensa de golpe en su sitio y mira al vacío. Está considerando en serio la posibilidad, porque sí, Kadic tiene la costumbre bastante arraigada de mezclar los géneros de actores y personajes a propósito. El profesor de arte considera que obliga a artistas y espectadores a reinterpretar cada obra.

    —Ni siquiera tendrías que escoger un personaje destacado —reflexiona Yumi—. Con que vista de una forma que te guste y diga cuatro líneas…
    —Tengo que pensarlo —concluye Ivette.
    —Creo que yo también me voy a apuntar —añade la japonesa—, alguien me dio la idea de ir de traje hace poco y me gustaría saber si puedo llevar uno en escena.

    Me mira con una sonrisita y yo se la devuelvo con ganas.

    Solo cuando ya hemos vuelto cada uno a su habitación recibo un mensaje de Ivette por Messenger:

    «Me apunto».

    Este es un paso enorme.

    * * *

    Todo el grupo se ha prestado a participar en una obra del Kadic por lo menos dos veces. Yumi es la que más ha subido al escenario; hemos hecho recuento y nos sale siete. Ivette siempre ha sido más de trabajar entre bastidores, pero sabe cómo funciona. Quizá por eso no le resulta difícil presentarse ante el director de la obra (otra vez nuestro profesor de arte, Gustave Chardin) y preguntarle qué papeles hay disponibles.

    —Sissi Delmas ya ha sido escogida como una de las protagonistas, si es lo que preguntas. —Menuda sorpresa nos parece, la hija del director queriendo más atención—. Un par de chicos de la clase de Milly y Tamiya se han adjudicado los papeles que más trabajo dan. Quedan los secundarios, mira.

    La lista no es especialmente larga: hay una escena de baile informal que requiere de varios personajes, y probablemente no hablen mucho. Es ahí cuando vemos que Yumi ya ha pasado por aquí, porque su nombre está apuntado en «chico muy formal». De hecho, hay un papel vacante de chica con la misma característica.

    —Este —lo señala Ivette.
    —Perfecto, te apunto.

    Mientras lo hace, se me ocurre preguntar:

    —¿Por qué hay personajes que son formales en ese baile?
    —Es parte de una discusión entre los personajes principales —explica Chardin—. La protagonista (Sissi) se queja de la poca formalidad de su pareja y señala a esos secundarios como buen ejemplo. Ocurre casi al inicio de la obra y da pie a escenas cómicas posteriores.
    —Entiendo, ¡gracias!

    Ivette me tira discretamente de la manga para irnos y nos despedimos educadamente. Algo la ha hecho salir de ahí corriendo.

    —¿Qué ocurre?
    —El nombre —dice, mientras caminamos—. Me he estresado al ver mi nombre antiguo apuntado.

    La detengo para darle un abrazo. Intenta ser lógica y me dice que es lo normal y que está acostumbrada a eso, pero no dejo que navegue por esa corriente.

    —Claro que no quieres ver ese nombre. Quieres ver el tuyo. Es lo que te identifica, cariño. Siempre que te siente mal verlo, dime algo. O al resto del grupo. Estamos contigo.
    —Vale…

    Me da la mano y la entrelazo bien con la mía mientras volvemos a clase.

    * * *



    La organización de la obra ha tardado unos días en asignar los papeles y convocar a Yumi y a Ivette para el primer ensayo. El resto serán los sábados por la tarde, lo que pilla bien tanto a estudiantes de la Academia Kadic como a los de fuera. Mientras hemos esperado he visto los altibajos de Ivette: es buena idea, no es buena idea; euforia, vergüenza, miedo. Pero se ha mantenido positiva todo este tiempo gracias a algo que dijo durante su primer bajón.

    —Esto es solo una prueba. Llevaré un vestido que no me va a encajar para nada porque yo no soy formal y ya habré dado mi primer paso. Podré verme mejor con otra ropa.

    Es increíble lo que un solo paso ha hecho por ella. Cuando Ivette salió del armario conmigo estaba aterrorizada y deprimida, era muy difícil hacerle ver que poco a poco conseguiría lo que se proponía. Ahora tiene una fuerza y piensa de una forma que me sorprende. Cada vez que da con uno de estos baches y escoge lo mejor para ella y sale mejorada, sé que este es el camino correcto.

    Durante el primer ensayo no hace falta vestirse para la ocasión, así que Ivette se presenta tal cual. A diferencia de Yumi, que despierta todos mis instintos cuando aparece con un traje (chaqueta, camisa, pantalones, corbata) aunque es un disfraz y una coleta alta que solo deja algunos mechones lisos a los lados.

    Estamos en público. Ella me sonríe cuando está de espaldas al resto. Yo pongo morros y suelto:

    —¿Quieres ser Britney? Bien. Ya verás.

    Después de un intercambio de muecas divertidas pensando en la canción con la que nos enrollamos hace unas semanas, ella se va con Ivette a ensayar la escena del baile y veo cómo se mueven de forma simple pero imitando un vals (a diferencia del resto de artistas, que hacen un poco lo que quieren). No consigo escuchar de lo que hablan, pero Ivette nunca ha sido la persona más diestra ni con el contacto cercano ni con el baile. Quizá se trata de eso.

    Intento alejar de mi mente la posibilidad de que, efectivamente, se complete el triángulo y se enamoren. Soy una romántica empedernida y me ilusiono fácilmente. Me pregunto si otras personas poliamorosas sentirán lo mismo que yo.

    Cuando el ensayo acaba, Odd y Ulrich ya han llegado y hablan con Ivette, que no parece más nerviosa de lo habitual, así que aprovecho para atraer a Yumi con una sonrisa y nos alejamos de los ojos de nuestros compañeros y profesores.

    Mis manos atrapan sus costados muy rápidamente. Siento sus curvas, el tacto barato del traje y también su calor. Me basta un segundo mirando sus labios para besarlos. Están suaves y bien tratados, se nota que ha estado esperando el momento en el que la acorrale. Ella responde empujándome contra su cuerpo con las manos en mi espalda. Me voy a volver loca, me encanta.

    Entonces pasa una mano por mi pelo. Mis besos se relajan un poco porque adoro la sensación de cariño que transmite que sus dedos y mi pelo se mezclen con cuidado.

    —Te quiero —susurro.
    —Y yo a ti —me responde. Me da un abrazo que no sabía que necesitaba tanto en este momento.
    —El traje te queda estupendo.
    —Pues espera cuando tenga uno de verdad.
    —Me alegra tanto verte sonreír así…

    Nos separamos y parece que no hay nada que pueda borrarnos la felicidad de la cara. Incluso cuando me asalta la duda:

    —¿Dónde encontramos un vestido para Ivette?
    —Hay un montón de prendas usadas en el almacén. Seguro que hay algo para ella.
    —¿Vamos?

    Yumi se lo piensa. Salimos de nuestro escondite y nos acercamos al grupo. Les digo que pienso en encontrar un vestido para Ivette.

    —¿Te parece bien? —le pregunto a ella.
    —V-vale…

    Los chicos también quieren acompañarnos, así que nos vamos detrás del escenario, que lleva a la puerta de dicho almacén, y allí empezamos a buscar. Se trata de encontrar algo moderno y que no parezca algo exagerado o demasiado de baratillo (dentro de lo que cabe, el traje de Yumi es realista).

    Descartamos vestidos negros, alguno blanco por ser demasiado pequeño para ella y veo que empieza a ponerse nerviosa. «Nada» es una palabra que repite en los siguientes diez minutos, cada vez con peor tono.

    La tomo de la mano. Ivette me mira, completamente vulnerable. Se está aguantando las ganas de llorar.

    —¿Necesitas salir? —le pregunto. Ella se da cuenta de que todos la miramos y sale por su propio pie. Me quedo quieta por su reacción y el un color me llama la atención. Tomo la prenda y salgo tras ella—. Vámonos.

    * * *



    No le he dicho a Ivette que me llevé un vestido del almacén y ha pasado una semana entera negándose en pensar en avances, ropa, cambios, nada. Se está centrando en estudiar y también en recordar bien los pasos de baile que le ha enseñado Yumi. Pero el siguiente ensayo será en breve y yo he procurado tener ese vestido limpio para cuando decida dar el paso.

    Yo también me centro en el baile.

    —¿Qué te dijo Yumi en el escenario el otro día?
    —Me daba pistas sobre cómo bailar —dice sin alzar la vista del libro que tiene entre sus manos—. Se me da fatal.

    Decido intentar sacarla de ese pozo.

    —¿Cómo te sientes dejando que ella te lleve?

    Ivette levanta la mirada y se encuentra con mi sonrisa cálida. Se le escapa una mueca feliz, aunque sea solo un segundo.

    —Distinto. Me gusta.

    Me acerco a darle un beso tierno en los labios. Imito el movimiento de Yumi en mi pelo y noto cómo se relaja con el tacto. En su caso tiene más que ver con el hecho de que tiene melena, pero el efecto es el mismo.

    Pienso un instante en lo cuidadosa que he sido con ella durante todo este tiempo, lo poco capaz que ha sido ella de mostrar pasión durante los últimos años. Ahora empieza a atisbarse el fin de esa época. En el instante en el que ella se sienta más liberada, recuperaré aquellas tardes de incesante besuqueo en su cuarto. Va a sentirse amada y deseada como que me llamo Aelita.

    Realmente no sé si eso tendrá un peso en especial. Quizá me da miedo que se sienta desplazada porque acabo de empezar con Yumi. O quizá sé que quiero que se sienta amada de otras formas.

    Pensar sobre ello acaba por darme el impulso para sacar mi pequeño secreto de la mochila.

    —Tengo algo para ti —le digo mientras me levanto—. Encontré un vestido el otro día.

    Ivette respira hondo. Me da una punzada en el estómago pensar que la estoy forzando a algo y que lo está pasando mal por mi culpa, pero ella interrumpe mis pensamientos.

    —Veámoslo. Puedo con uno.

    Lo despliego. Es un vestido ceñido de color azul turquesa con una falda que da el efecto de una cortina. Los ojos de Ivette brillan inmediatamente. Toma el vestido, lo repasa con los pulgares… Y luego lo suelta.

    —Gírate, por favor —me pide.

    Espero impaciente entre chasquidos de su ropa habitual, algún que otro tropiezo y quejas susurradas. La pobre se está desvistiendo y vistiendo a toda velocidad. Al final, dice que ya está.

    —¿Qué tal? —pregunta, nerviosa.

    Estoy sin palabras. Le queda como un guante. Miro por todas partes esperando encontrar un espejo y maldigo su habitación llena de cables.
    La webcam encima del monitor me mira con ojitos llorosos.

    —¡Necesitas verte con urgencia! —exclamo con alegría. Enciendo su webcam en un tecleo rápido y nos veo a las dos—. ¡Mira!

    Se acerca con algo de miedo, pero le cambia la cara de inmediato. Empieza a mirarse los costados, a tocar la tela de la falda y las mangas cortas que envuelven sus hombros…

    —Me encanta —musita.

    Le da tiempo de hacer dos aspavientos diminutos con los brazos, de pura emoción, y luego empieza a temblar y se echa a mis brazos. Hace mucho que no veo a alguien llorar de felicidad. La envuelvo con delicadeza y cariño.

    —Gracias —balbucea, la pobre—. Gracias por llegar a mi vida.

    Sería impensable que pudiera olvidar nada de este momento, de su rostro emocionado, de su sonrisa, de esos movimientos coquetos mientras se analizaba.

    —Te quiero mucho, Ivette.

    * * *



    Estamos de nuevo entre bastidores, esperando que inicie el ensayo. He encontrado un rinconcito discreto para que Ivette se cambie y se ponga su adorado vestido.

    Yumi no ha llegado aún, dice que en un santiamén estará ahí. Que se ha retrasado por un imprevisto. Yo sé que maquina algo, porque en cuanto nos calmamos un poco pasamos por el grupo de Messenger una foto de Ivette con su fabulosa ropita nueva y ella estalló en corazones (bueno, como yo) y luego no dijo nada más. Sospechoso. Positivamente sospechoso.

    —Queda nada para el ensayo —repite Ivette. Está muy nerviosa. Sabe que sus amigos esperan fuera, sentados, para ver su escena y verla vestida como ella realmente quiere.
    —Todo va a ir bien, cielo. Ya sabes cómo es el baile y Yumi te guiará.
    —Ya, pero…

    Antes de que proteste, Yumi aparece a toda prisa y se detiene a dos metros.

    —¡Madre mía, estás…! —chilla, y boquea un «preciosa» a Ivette para que a los demás no les suene extraño. Las dos al mismo tiempo se dan un abrazo—. Tengo algo para conmemorar la ocasión. He tenido que rebuscar por medio barrio para encontrarlo.

    Se saca de la mochila, junto a su traje, una flor blanca (falsa) que va atada a una cinta rosa.

    —No quería una de verdad porque queda mucho para la obra aún —explica, mientras Ivette la toma con las dos manos. Su expresión es muy parecida a cuando se vio en la webcam el otro día, solo que más controlada; no quiere montar una escena, por muy bonita que sea—. Que se marchite quedaría muy feo, no es precisamente lo que está pasando contigo, ¿verdad?
    —Gracias, yo… es preciosa, me encanta. ¿Me ayudas, Aelita?
    —¡Claro!

    Mientras Yumi se cambia en el mismo rincón discreto, yo encajo con cuidado el imperdible que sirve de base de la cinta en el vestido de Ivette. Lo pongo al lado izquierdo del pecho.

    No hace falta expresar nada con palabras, de repente las tres nos estamos abrazando de nuevo, conteniendo la emoción. Somos todo sonrisas.
    Solo nos interrumpen cuando la escena del baile va a empezar.

    —¿Me permites? —pregunta Yumi a Ivette con caballerosidad. Le pide la mano para llevarla al escenario. Ivette se la da. Yo solo veo resultados sáficos saliendo de ese detalle.
    —Cuídamela bien —le digo a la japonesa con una risita.
    —Por supuesto.

    Ivette me sonríe y me dice adiós con la mano.

    Las dos chicas caminan hacia el escenario con aparente tranquilidad y se llevan mi corazón con ellas. Es solo un ensayo, pero es otro día en el que todo va a cambiar de ahora en adelante.

    FIN



    Edited by Mare Infinitum - 6/9/2022, 15:42
     
    Top
    .
0 replies since 4/9/2022, 22:53   14 views
  Share  
.